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lunes, 1 de noviembre de 2010

EL LABERINTO

EN EL LABERINTO
(A Julio y, de una manera muy especial, a su amigo)
En el laberinto había ocho puertas cerradas y una abierta.



Si hubiese sido un animal (cualquier animal: un gato, un perro, un lobo, un burro o una rata, por ejemplo) habría escogido la puerta abierta.....




Pero era un ser humano y, digan lo que digan, el rasgo que diferencia definitivamente al ser humano del resto de animales, es la necesidad que tenemos de complicarnos la vida.
Así, pues, pasó de largo por delante de la puerta abierta (es cierto que, como buen ser humano, sintió necesidad de curiosear antes de descartarla: asomó la cabeza y paseó la mirada a un lado y a otro).
Después se sentó en el suelo, en medio de la sala. Miró todas y cada una de las puertas y se hizo las siguientes preguntas: ¿Por cuál de las puertas debería entrar primero? ¿Debo seguir algún tipo de orden? ¿Hay alguna señal que no he visto? ¿Quién ha abierto aquella puerta? ¿Quién ha cerrado las otras ocho? ¿Debo entrar por alguna puerta? ¿Será mejor abandonar el laberinto ahora, antes de que sea demasiado tarde?
Sí, se hizo muchas preguntas..... pero, al menos hasta ahora, no se había hecho aquella pregunta tan simple: ¿Qué quiero hacer yo, realmente?..... (todo llegará..... demos tiempo al tiempo).

Este es el principio de ocho historias que forman parte de una misma historia..... Aunque, quizás, serán nueve, porque es posible que en algún momento decida cruzar la puerta abierta..... Sé que existen seres fantásticos capaces de transformarse en animales..... capaces de sentir que quieren ser felices..... capaces, incluso, ¡de intentarlo!

LA PRIMERA PUERTA
Sentado en el suelo, con las piernas cruzadas y los brazos reposando sobre ellas, miraba las puertas intentando tomar una decisión.
El tiempo pasaba fuera del laberinto: quizás minutos, horas, días, meses, años.....
Le pareció que un rayo de sol golpeaba una de las puertas, miró a su alrededor sin encontrar ninguna ventana..... ¿Era una señal? Quizás era la señal que estaba esperando: ¡Aquella debía ser la primera puerta!
Caminó despacio, tocó la puerta con los dedos, sintió la suavidad del esmalte, la temperatura tibia de la madera, el rítmico y acelerado latido de su propio  corazón, el empuje del deseo y la precaución del miedo.....
Sumergido en un mundo de sensaciones, miró la puerta atentamente y descubrió que, con el mismo color pero con pinceladas cruzadas, había un número: el 4.
Mirando todas las puertas se dio cuenta que cada una tenía un número del 1 al 9 (la que estaba abierta era la número 7).
En un principio pensó que lo mejor sería seguir el orden establecido, es decir, comenzar por la número 1..... pero descartó la idea porque aquella puerta no le transmitía ninguna sensación.
Pensó en la posibilidad de que la puerta 7 estuviera abierta porque había alguien dentro..... Eso lo hizo dudar: “Una puerta que ya está abierta y la posibilidad de encontrar a alguien con quien compartir las nuevas vivencias”..... Volvió a dudar..... Pensó: “Eso parece demasiado fácil. Un laberinto fácil no puede ser emocionante, y yo quiero emociones, así que entraré por la puerta número 4”.
.....Y así lo hizo..... y acertó: era la decisión que había tomado y, por tanto, la elección correcta y, si después se daba cuenta que no era aquella la puerta, no tendría más que salir y entrar por otra ¡Podía ser divertido y todo!
Al pasar el umbral de la puerta volvió a sentir – con más fuerza – el empuje del deseo y la precaución del miedo. Miró hacia fuera, hacia la sala de las puertas, y se estremeció al comprobar que ya no estaba, que había desaparecido..... que solo podía ir hacia delante.....
Al mirar a su alrededor se sorprendió: ¡No había una habitación!
CONTINUARÁ.....

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