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lunes, 8 de noviembre de 2010

El laberinto (2)

Al mirar a su alrededor se sorprendió: ¡No había una habitación!
Detrás de la puerta número 4 había un bosque. El aire era suave y el aroma de hierbas y tierra húmeda invadía cada rincón. Los árboles tenían grandes ramas.
El cielo era azul. Había paz, pero no silencio, ya que podía oír el murmullo de un riachuelo..... Sintió necesidad de sumergirse en su transparencia.
Empezaba a cambiar el color del cielo cuando le pareció oír una voz en la orilla opuesta: “¡Bienvenido!”. Miró hacia el lugar del que procedía el sonido, pero sólo vio a un perro..... Buscó con la mirada a la persona de la voz.
.....El perro volvió a decir: “¡Bienvenido!”. El hombre lo miró y dijo:
Hombre: ¿Eres un perro que habla?
Perro: Sí que hablo, pero no soy exactamente un perro...
Hombre: ¿Qué quiere decir que no eres exactamente un perro..... eres un lobo o un coyote?
Perro: Si me acaricias, te lo explico.
El hombre cruzó el riachuelo y se sentó a su lado. Cuando empezó a acariciarlo el perro habló:
Hace tiempo, en este bosque vivían un leñador y su perro. El leñador era un hombre fuerte y entregado a su trabajo. Le gustaba vivir aquí: amaba el bosque, los árboles y la leña que vendía a los habitantes de los pueblos vecinos. También quería a su perro.
Cada noche, después de cenar, se sentaba delante del fuego sin decir nada (quizás pensaba, o quizás no), se sentaba delante del fuego y acariciaba a su perro (a veces se dormía mientras lo hacía).
Un día el hombre se durmió... pero su mano no, entonces la mano le dijo al perro que le gustaba mucho acariciarlo, pero que le gustaría saber que se sentía al ser acariciado. El perro le confesó que a él le gustaba mucho como lo acariciaba, pero que muchas veces se había preguntado que se sentiría al acariciar.
Perro  y mano mantenían esta conversación durante una noche mágica de San Juan y, casualmente, en aquel mismo momento, pasaba muy cerca una bruja que escuchó todo lo que decíamos..... y, para sorpresa nuestra, decidió concedernos el deseo: yo me convertí en perro y el perro se convirtió en mano.
Quizás porque el perro nunca había hecho de mano, y la mano nunca había hecho de perro, que al día siguiente, mientras hacía su trabajo, el leñador tuvo un accidente y perdió la mano, es decir, perdió el perro.....
Me gustaba acariciar cuando era una mano y me gustó ser acariciado siendo perro.
El leñador no podía hacer su trabajo con una sola mano (amaba el bosque, amaba los árboles...), así que un día marchó olvidándose del perro, o sea, de la mano (quería al perro, perdió la mano...).
Yo, sin tener ninguna identidad clara, sin saber si era mano o perro, me quedé en el bosque... solo... sin nadie que me acariciara o a quien poder acariciar...
Visité los pueblos vecinos, algunas personas me acariciaban, pero cuando yo intentaba acariciar a alguien (porque en realidad soy una mano y tengo esa necesidad) no conseguía otra cosa que arañarlo y hacerle daño..... Me echaron de todos los pueblos.....
Volví al bosque. Caminé días y noches. Intenté acariciarme a mí mismo y conseguí disfrutar de mis propias rascadas: como mano me sentía bien haciéndolo, como perro me sentía bien recibiéndolo (aunque debo confesar que no era exactamente mi ideal de vida..... pero peor es una pedrada, eso te lo puedo asegurar por experiencia propia).
Terminó el verano, pasó el otoño, el invierno y la primavera..... Volvió el verano y, con él, la noche de San Juan..... la noche más corta del año..... la noche de hogueras y brujas..... una noche de estrellas y sueños.....
La bruja preguntó por el perro. Le expliqué la historia del accidente. Me miró triste, me acarició y dejó que la acariciara..... Mientras la arañaba, tan suavemente como podía, mantuvo una sonrisa amable en su rostro.....  ¡Me sentí querido!
La bruja habló de un laberinto. Me explicó que el laberinto no era otra cosa que la escenificación de la propia vida:
Escoger una puerta quiere decir tomar una decisión.
Para cruzar una puerta es necesario vencer el miedo hacia las experiencias nuevas.
Lo que hay detrás de cada puerta es diferente para cada persona..... y es diferente en cada momento.
La relación con aquello que encuentras depende de tus vivencias.
Los aprendizajes dependen de  tu deseo de aprender.
El tiempo que pases dentro depende de ti mismo.
Las cosas pueden tener un significado o carecer de él.
Las señales las encuentras si las buscas.....
La idea de ir al laberinto no me estimulaba demasiado pero, en realidad, no tenía nada mejor que hacer, así que acepté.
La bruja me acompañó hasta la sala de las puertas que tú ya conoces. Me deseó suerte y, antes de irse, me dio una moneda y dijo: “Recuerda que la felicidad y la infelicidad son dos caras de la misma moneda..... y una moneda siempre se puede volver a lanzar al aire”.
Después de examinar todas las puertas tomé una decisión y crucé una.....
El hombre lo interrumpió:
Hombre: La número 4, ¡claro!
Perro: No, no fue la 4..... Como mano me sentía atraído por aquella puerta, pero como perro me sentía más atraído por la número 7, porque ya estaba abierta, así que entré por la 7.
Hombre: Pero estamos en el mismo sitio, y yo he entrado por la 4.
Perro: Recuerda que lo que hay detrás de cada puerta es diferente para cada persona..... o para cada animal.
El hombre volvió a acariciar al perro y el perro volvió a hablar:
CONTINUARÁ.....

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