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jueves, 30 de enero de 2014

La sexta puerta

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Salió de la puerta número 1 y entró por la número 5.
Miró a su alrededor y se estremeció al comprobar que no había nada..... estaba rodeado de nada.
De pronto notó una presencia..... Había algo, en medio la nada, había alguna cosa..... se giró y lo vio..... aquello le era extremadamente familiar.....
Sí, era demasiado familiar, sorprendido y extrañado preguntó:
Hombre: ¿Dónde estoy?
Aquello: ¿Dónde crees que estás?..... ¿A dónde querías ir?
Hombre: Quería ir a ver a carla y a su abuelo..... pero esto no es la casa.
Aquello: Quizás sí, quizás no..... al fin y al cabo, querías ir al pasado..... y es donde has llegado.
Hombre: Yo no quería ir al pasado, había quedado con ellos para cenar..... ¡Me parece que has metido la pata!
Aquello: ¡Ah! Perdona, es que estoy poco fino..... esto no es el pasado, quería decir que es el futuro..... pero el futuro tampoco existe.
Hombre: Ya sé que el futuro no existe..... existirá, pero no existe..... Pero, en este momento, eso no  tiene ninguna importancia, el caso es que son las nueve, la hora de cenar, y yo había quedado con ellos exactamente para cenar, por tanto, quería ir al presente: ¡¡Ni al pasado ni al futuro!!
Aquello: Bien..... así..... quiero decir..... que lo que tienes que hacer es..... recordar las palabras de la bruja..... Sí, ¡eso es! recordar las palabras que la bruja le dijo al perro.
Hombre: ¿Cuáles, exactamente?
Aquello: A ver.....
Hombre: ¡Ah! Ahora caigo – dijo el hombre con una sonrisa irónica – “Las señales las encuentras si las buscas”.
Aquello: ¿Las señales las encuentras si las buscas?..... ¿Por qué crees que son estas las palabras que tienes que recordar?
Hombre: Porque tengo la sensación que esto que ha pasado es una señal – o un indicio – de que las brujas también se equivocan.
Aquello: Pues, no sé.....
Hombre: Bien, ahora saldré y volveré a entrar..... espero que en el segundo intento todo esté bien.
Al cruzar la puerta por segunda vez sintió la voz de Carla:
Carla: ¡Hola!
Hombre: Hola Carla, ¿cómo estás?
Carla: Muy bien. Hoy hemos hecho un plato especial.
Hombre: ¿Ah, sí? ¿Qué habéis hecho?
Carla: Garbanzos, ¿te gustan?
Hombre: ¡mmmm! ¡Me encantan!
Carla: Al abuelo y a mí también..... y a mi padre..... mañana le llevaremos unos cuantos, si nos quieres acompañar.....
Hombre: ¿A tu padre?
Carla: Sí, no vive con nosotros..... pero le gustan mucho los garbanzos.
Cenaron. Fue una cena muy agradable. Después el hombre se fue a la sala de las puertas, se encontró con la mujer de la limpieza y hablaron:
Mujer: ¿Cómo llegaste al laberinto?
Hombre: No lo sé.
Mujer: ¿No lo sabes?
Hombre: No.....
Mujer: ¿Conoces a la bruja?
Hombre: No.
Mujer: ¡Caray! ¡Qué divertido!
Hombre: ¿Qué es divertido?
Mujer: No sé..... que estés aquí sin saber cómo has llegado y sin conocer a la bruja.
Hombre: ¿Qué quieres que te diga?..... a mí, más que divertido, me parece extraño..... Me gusta, pero lo encuentro extraño..... Al principio me daba un poco de miedo..... ¿Crees que puedo tener problemas por el hecho de no saber cómo he llegado?
Mujer: ¿Problemas?
Hombre: Quiero decir que, si no sé cómo he llegado..... quizás no sepa cómo marchar.....
Mujer: Recuerda que “El tiempo que pases dentro del laberinto depende de ti mismo”.
Hombre: Es verdad, gracias por recordármelo..... Ahora creo que necesito descansar unas horas, ¡buenas noches!
Mujer: ¡Buenas noches!
Durmió. Al despertar tenía la sensación de haberlo hecho durante horas, pensó: “Si estuviera en casa el sol entraría por las rendijas de la persiana”..... Pensó en su casa..... pensó en el sol..... pensó en el mar..... hacía tiempo que no veía el mar, lo echaba de menos..... la mujer había visto el mar detrás de la puerta número 9, pero él no, él había vito una ciudad.....
Pensaba en el mar cuando escuchó la voz de Carla:
Carla: ¡Tengo muchas ganas de ver a papá!
Abuelo: Ya lo sé, pero no corras que no te puedo seguir.
La niña miró al hombre y preguntó:
Carla: ¿Ya has decidido si vendrás con nosotros?..... Creo que mi padre te gustará.
Hombre: La verdad es que no he pensado.....
Abuelo: Pues tendrá que pensar rápido, ¡porque Carla tiene mucha prisa!
Carla: Es que cuando la bruja me dijo que papá estaba en la puerta número 8, me puse muy contenta..... ¡Me gusta esa puerta!
El hombre miró la puerta número 8. Le pareció que alguien silbaba detrás de aquella puerta..... Carla corrió hacia el silbido: “¡Es papá! Corre abuelo, que le tenemos que dar los garbanzos.
¡Sí!, detrás de la puerta número 8 estaba el silbador..... o el hombre lobo..... Carla corrió a abrazarlo y darle un beso:
Silbador: Te he echado mucho de menos.....
Carla: Yo a ti también..... Hemos traído garbanzos.
Silbador: ¡Umm! ¡Qué bien!..... ¡Hola padre!
Abuelo: ¡Hola hijo!..... Tienes muy buena cara.
Silbador: Sí, me encuentro bien..... Tenía muchas ganas de veros – y mirando al hombre, añadió – ¡Hola!, otra vez.
Hombre: ¡Hola!..... Realmente, ha sido una sorpresa saber que eres el padre de Carla.
Pasaron el día juntos. Al atardecer el silbador marchó. El hombre, el abuelo y Carla se sentaron a mirar la luna..... ¡La luna llena!
Entrada la noche, un lobo se unió al grupo..... Carla lo acarició, el hombre se apartó hacia un lado..... La niña sonrió y dijo:
Carla: No debes tener miedo, los lobos sólo atacan cuando tienen hambre..... ¡y éste ha comido muchos garbanzos!
Hombre: Cuando tienen hambre..... o cuando los molestan.
Carla: No es exactamente cuando los molestan..... es cuando se sienten amenazados..... cuando alguien quiere hacer daño a su familia..... bueno, a su manada: su familia, sus amigos..... Lo que pasa es que papá se equivoca a menudo cuando dice esta frase, ¿verdad, papá?
El lobo puso la cabeza sobre las piernas de la niña y se dejó acariciar.
Por la mañana, cuando el hombre abrió los ojos, se dio cuenta que el silbador había vuelto:
Hombre: ¡Buenos días!..... Veo que todavía silbas.
Silbador: Sí, ya te había dicho que me gustaba silbar.
Hombre: Sí..... pero me ha parecido que la música era diferente.....
Silbador: Porque ahora silbo porque me gusta..... no quiero amansar al hombre.....
Hombre: Me gustó mucho la música de ayer.
Silbador: Sí..... cuando estoy con Carla mi música es diferente, más viva, más yo..... y si, además, aparece con mi padre y un buen amigo, como esta vez, este efecto todavía es más fuerte.

El hombre sonrió..... ¡Un amigo!.....

miércoles, 29 de enero de 2014

La quinta puerta

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Lo despertó la melodía de alguien que silbaba. Se encontraba bien. Abrió los ojos pero no vio a nadie..... los volvió a cerrar: ¡Se encontraba bien!
Se permitió unos minutos de no hacer nada. Quería cruzar otra puerta, tenía ese deseo..... pero se encontraba bien, no tenía necesidad de correr, así que se permitió unos minutos más de inactividad.
Alguien seguía silbando, era agradable. Finalmente abrió los ojos y se sentó. Escuchó con atención para saber de donde provenía aquel sonido..... Lo sentía tan claramente que parecía que saliese de él mismo..... Cerró los ojos, se concentró en el silbido y le pareció que provenía de detrás de la puerta número 1.
Se dirigió hacia la puerta, la abrió y, al cruzarla, sintió un aire suave. Vio a un hombre que silbaba y fue hacia él:
Hombre: ¿Es tuya esa música?
Silbador: Es de quien la quiera escuchar.
El silbador siguió silbando. El hombre caminó por la montaña..... Se alejó mucho de aquel lugar y, aun así, seguía oyendo la música..... parecía que le saliera de dentro.
Al atardecer volvió. El silbador seguía silbando, entonces le preguntó:
Hombre: ¿Siempre silbas?
Silbador: Sí, me gusta hacerlo..... y, además, me va bien.
Hombre: ¿Por qué te va bien?
Silbador: Porque la música amansa a las fieras.
Hombre: No he visto animales salvajes.....
Silbador: Yo tampoco..... no tengo intención de amansar animales salvajes.
Hombre: Y entonces..... ¿Por qué silbas?
Silbador: Porque soy un hombre lobo.
Hombre: Un hombre lobo..... Así, quieres amansar al lobo.
Silbador: No, quiero amansar al hombre.
Hombre: ¿Al hombre?
Silbador: Sí, los lobos no son peligrosos..... Sólo atacan cuando tienen hambre..... o cuando los molestan.....
Estuvieron un largo rato sin hablar. El silbador silbaba. Para el hombre era agradable aquella combinación de noche y música..... ¡Se sentía bien!
El silbador miró al hombre y dijo:
Silbador: Mañana será luna llena.
Hombre: Así, mañana por la noche te convertirás en lobo, ¿no?
Silbador: Sí..... ¿Crees que te daré miedo?
Hombre: .....No lo sé..... ¿Me tendría que dar miedo?
Silbador: No lo sé..... eso depende de los cuentos que te hayan explicado.
Hombre: ¿De los cuentos que me hayan explicado?
Silbador: Sí, porque en los cuentos el lobo casi siempre es malvado..... Yo mismo tuve miedo de mi lobo durante mucho tiempo..... Pero un día alguien me explicó un cuento..... un cuento, el final del cual, decía así:
“.....i entonces apareció un lobo..... Pero no era un lobo de verdad, no era uno de aquellos lobos que corren por la montaña con porte elegante y mirada penetrante..... No, no era uno de esos lobos: Era un lobo de cuento, uno de aquellos lobos que se comen todo lo que encuentran..... Era el lobo más malvado de todos los cuentos..... Era un lobo que, incluso, se comió el cuento en el que vivía..... se lo comió sin darse cuenta que si no había cuento, no había lobo.....”
Este final me hizo pensar en mí..... Mi lobo no es un lobo de cuento, es un lobo de verdad: ¡A mí me gusta mi lobo!
Hombre: Que te guste tu lobo está bien pero ¿por qué quieres amansar al hombre?
Silbador: Porque cuando el hombre hace algo que socialmente está considerado incorrecto, todo el mundo le echa las culpas al lobo..... y quieren acabar con él..... pero a mí me gusta mi lobo..... ¡Me gusta ser un lobo!
Hombre: Así, ¿no te gusta tu hombre?
Silbador: Sí que me gusta..... Me gusta como soy cuando soy un hombre.
Hombre: ¿Y por qué lo quieres amansar?
Silbador: Porque no me gusta que le echen las culpas al lobo.
Hombre: ¿Y no encuentras a faltar la espontaneidad del hombre?
Silbador: Sí que la echo de menos..... pero tenía que escoger.
Hombre: ¿Y por qué escogiste al lobo?
Silbador: No lo sé..... Me he hecho esa pregunta muchas veces..... Quizás porque me gusta silbar.
Hombre: ¿Y por qué no utilizas tu música, tu silbido, para amansar a las fieras de verdad?..... Quiero decir, para amansar a aquellos a los que no les gusta tu hombre o tu lobo.
El silbador miró la luna..... Le gustaba la luna..... Le gustaba silbar..... Le gustaba ser un hombre lobo.....

El hombre se acordó de que había quedado para cenar con Carla y su abuelo. Se despidió del hombre lobo, se levantó y se fue silbando.

lunes, 27 de enero de 2014

La cuarta puerta

Al ver a la mujer sonrió..... después rió, fuerte, muy fuerte, quería que cada célula de su cuerpo se diera cuenta de que estaba riendo.
Al oír la risa, la mujer dejó la escoba y fue a darle un beso..... Lo miró sonriendo y dijo: “Estoy contenta de verte, ¡me gusta que hayas vuelto!”
Se sentaron en el suelo y hablaron:
Hombre: ¿Cómo conseguiste este trabajo?
Mujer: Puse un anuncio en el periódico, un par de días más tarde la bruja vino a verme.
Hombre: ¿Y te dijo que era una bruja?
Mujer: Sí.
Hombre: Y así y todo ¿aceptaste el trabajo?
Mujer: Me era igual qué o quién fuera..... ¡necesitaba el trabajo!
Mientras hablaban las puertas se abrían y se cerraban. Había personas que entraban y personas que salían. Saludaban. Algunos se sentaban en el suelo y miraban las puertas, otros hablaban entre ellos, o comían, o dormían..... Una niña, de unos doce años, cruzó la sala y entró por la puerta número 5, justo en el umbral de la puerta le cayó algo del bolsillo, no se dio cuenta, así que el hombre se levantó y fue hacia la puerta, cogió el objeto del suelo y vio que era un clip del cabello..... La llamó: “¡Ey! Que te ha caído un clip!”. La niña no lo oyó y siguió hacia delante.
La mujer dijo: “Se llama Carla”. Entonces la siguió: “Carla, que te ha caído un clip”. La niña se giró:
Carla: ¡Gracias!
Hombre: De nada. ¿Qué haces en el laberinto?
Carla: ¿Qué haces tú?
Hombre: Yo he preguntado primero.
Carla: Ya lo sé que has preguntado primero..... ¿y?
Hombre: No sé.....
Se miran.
Carla: ¿Qué haces en el laberinto?
Hombre: ¿Qué haces tú?
Carla: Tú has preguntado primero.
Hombre: Sí, primero yo he preguntado primero y, después, tú has preguntado primero.....
Carla: Muy bien, así si alguien quiere contestar que conteste y si no que no conteste nadie..... ¿vale?
Hombre: Vale.
Detrás de la puerta número 5 había una casa: Para el hombre había una casa..... para la niña también:
Carla: ¡Bienvenido a mi casa!
Hombre: ¡Gracias! ¿Tú vives aquí?
Carla: Sí.
Hombre: ¿Dónde está tu familia?
Carla: ¿Quieres decir, mi abuelo?
Hombre: No lo sé..... ¿Vives con tu abuelo?
Carla: Creo que sí.
Hombre: ¿Crees?.....
Carla: Bueno, vivimos en la misma casa..... pero hace tiempo que no lo veo.
Hombre: Pero esta casa no es demasiado grande..... más bien, es muy pequeña.
Carla: Es muy pequeña y muy pobre..... es tan pobre que ni siquiera entran los ratones..... porque no hay nada para comer.
Hombre: ¿Ratones?
Carla: Sí, mi abuelo siempre lo decía..... Pero un día, cuando yo tenía cuatro años, a un vecino que tenía seis se le cayó un diente, lo dejó debajo de la almohada y un ratoncito se lo llevó y, a cambio, le dejó dos chocolatinas y un cepillo de dientes. Entonces supe que existía un ratoncito que no iba a las casas a comer, sino a dejar cosas..... Éramos pobres, hacía dos días que sólo comíamos pan duro..... Yo pensé que le podía dar una sorpresa al abuelo..... y que él se pondría muy contento..... pero no fue así.
Hombre: ¿Cuál era la sorpresa?
Carla: Pensé que si ponía debajo de la almohada la dentadura postiza de mi abuelo el ratoncito nos traería muchas cosas..... Una noche, mientras él dormía, cogí la dentadura y la puse debajo de la almohada..... Por la mañana había muchos regalos..... pero no estaba la dentadura y el abuelo se enfadó..... me regañó.
Hombre: Pero no lo entiendo..... eso del ratoncito.....
Carla: Sí, ya sé que el ratoncito no existe, pero entonces no lo sabía..... Mi abuelo estuvo mucho tiempo sin sus dientes..... Yo sufría cada vez que lo veía comer así..... aunque él no volvió a hablar del tema..... parecía que lo había olvidado..... Un día abrí un cajón y encontré la dentadura..... me enfadé mucho con el abuelo..... me riñó por una cosa que no había pasado, el ratoncito no se había llevado su dentadura..... ¡Me enfadé mucho! Había sufrido día tras día.....
Hombre: ¿Qué te dijo tu abuelo?
Carla: ¿Que qué me dijo?..... Me preguntó que por qué no le había dicho que sufría..... Me cogió la mano – siempre me cogía la mano cuando teníamos que tratar un tema importante – pero yo la quité y le dije que no quería volver a verlo..... ¡Estaba muy enfadada!
Hombre: ¿Y no dejaste que te explicara sus motivos?
Carla: ¿Motivos? ¿Qué motivos podía tener para hacer una cosa así?
Hombre: No sé..... Es posible que no quisiera romper tu mundo infantil..... la magia de tu mundo: ¡Eras muy pequeña para perder las ilusiones!
Carla: ¿Quieres decir que para él era más importante mi felicidad que su dentadura?
Hombre: Seguramente.....
Carla: ¿Por qué?
Hombre: No estoy demasiado seguro..... pero, quizás, porque el único compromiso que realmente es para toda la vida son los hijos..... te guste o no lo que hacen, tienes que estar..... quiero decir, quieres estar..... te necesiten o no.
Carla: Pero yo no soy hija suya.
Hombre: No sé qué les ha pasado a tus padres pero, por lo que me has explicado, me ha parecido que sólo vives con él, ¿no?
Carla: Sí.
Hombre: Así en algún momento, él te aceptó como hija, aceptó el compromiso.....
Carla: ¿Para toda la vida?..... Supongo que es por eso que, aunque no lo veo, me sigue cuidando: La mesa preparada, el fuego encendido, los cuentos cerca de la cama.....
La niña cogió el clip y se lo puso: “Este clip me lo trajo el ratoncito..... El abuelo siempre quería que me lo pusiera a la hora de comer o de leer, porque con el flequillo en los ojos no se pueden hacer bien estas cosas..... ¡Y porque con él estaba muy guapa!.....”
Se miró al espejo, se colocó bien el clip y dijo:
Carla: Abuelo, es hora de cenar.
Abuelo: Pues va, pon la mesa – y mirando al hombre dijo - ¿Usted se queda a cenar?
Hombre: No, gracias, creo que ahora debo..... quiero marchar..... ya vendré otro día.
Carla: ¿Mañana?
Hombre: ¡Perfecto! Hasta mañana, pues.
Antes de cruzar la puerta escuchó:
Abuelo: Carla, ¡estás muy guapa con ese clip!
Carla: ¡Gracias! Tú también estás muy guapo con tus dientes.
Abuelo: ¡Gracias! ¡Buen provecho!

Cuando llegó a la sala no había nadie, así que aprovechó para dormir un ratito..... ¡Se encontraba bien! Había marchado de la casa porque quería marchar y, al día siguiente, volvería porque quería volver.

sábado, 25 de enero de 2014

Entre la tercera y la cuarta puerta


NINGUNA PUERTA

Ninguna puerta.....
Se sintió bloqueado..... No podía ir hacia delante..... Ninguna puerta..... No podía ir hacia atrás.....
Sintió cansancio.....
La mujer pasó por su lado sin decirle nada..... Fue hacia el lugar donde había estado la puerta del restaurante, hizo un movimiento con la mano izquierda (como si abriera una puerta) y desapareció.
Pensó en las palabras que la bruja le había dicho al perro: “El tiempo que pases dentro del laberinto depende de uno mismo”. Recordó la pregunta de la mujer: “¿Y has conseguido salir de las dos puertas?”
Miró hacia el lugar donde había desaparecido la mujer. Involuntariamente repitió: “Depende de uno mismo”..... Entonces gritó: “¡¡Quiero salir de aquí!!”..... y en ese momento se dio cuenta que estaba en una habitación con dos puertas..... Las miró y las reconoció: eran las puertas que habían desaparecido, la del restaurante y la del laberinto.....
.....Sólo dos puertas.....
Estaba claro, la única manera de salir de aquella habitación era tomar una decisión..... Sintió el bloqueo..... Sintió el cansancio.....
Se durmió..... Soñó que se pillaba los dedos con una puerta.....
.....Bloqueo..... Cansancio..... Bloqueo..... 

DOS PUERTAS
.....Seguía bloqueado..... Entre dos puertas.....
Golpeó con todas sus fuerzas la pared que lo rodeaba..... se dio cuenta que no era una pared sino un muro..... se dio cuenta que no eran ladrillos sino sentimientos.....
Intentó razonar, en otras ocasiones los razonamientos lógicos habían sido una buena defensa  (o un buen ataque) contra los efectos arrasadores de los sentimientos.
Intentó razonar..... pero no encontró la lógica por ningún sitio.
Estaba tan agotado que se volvió a dormir.
Soñó con el perro..... Soñó que el perro lanzaba la moneda..... la vio flotar en el aire..... mientras subía daba vueltas sobre ella misma..... Iba subiendo, subía..... subió durante unos minutos y desapareció entre las estrellas.....
Cuando despertó todavía recordaba el sueño..... ¿Qué quería decir?..... Entonces recordó las palabras de la bruja: “Las cosas pueden tener un significado o carecer de él”.....
Intentó olvidarse del sueño, miró las dos puertas y llegó a la misma conclusión que antes: la única manera de salir de aquella habitación era tomar una decisión.....
Miró las dos puertas, la del restaurante y la del laberinto..... Dijo: “No quiero escoger una puerta, ¡quiero cruzar las dos!”

Caminó hacia las puertas, despacio, y al mirarlas de cerca se dio cuenta que no eran dos puertas..... sino una puerta con dos alas: las empujó con fuerza y apareció la sala de las puertas..... Había una mujer haciendo la limpieza.....

martes, 21 de enero de 2014

La tercera puerta

Mientras miraba las puertas se preguntaba si había vuelto al presente o si, por el contrario, nunca se había movido..... Intentó recordar..... Recordó que se había levantado y había caminado hasta la puerta, la había abierto y la había cruzado..... pero no recordaba haber vuelto..... Recordaba como había marchado, pero no como había vuelto.....
Intentaba recordar cuando sintió ruido, giró la cabeza y vio como se abría la puerta número 8: salió una mujer y se dirigió con decisión hacia la puerta 9..... Ni siquiera se dio cuenta que había alguien en la habitación:
Hombre: ¡Ey! ¡Hola!
Mujer: ¡Hola!..... No me había dado cuenta que estabas aquí, ¿eres nuevo?
Hombre: Más o menos..... pero ya he cruzado dos puertas.
Mujer: ¿y has conseguido salir de las dos?..... ¡Qué bien! ¡Felicidades!
Hombre: ¿Qué quieres decir con eso?..... ¿Qué a veces no se puede salir?
Mujer: Hombre, eso va como va..... ¡Depende de tantas cosas!
Hombre: ¿De qué cosas?
Mujer: Pues, no sé..... del deseo de salir, de la fuerza de voluntad, de las ganas de aprender, de lo que buscas, de lo que encuentras..... no sé, depende de uno mismo.....
Hombre: ¿Tú has cruzado muchas puertas?
Mujer: Ahora iba a cruzar la última.
Hombre: ¡Ah! ¡Vaya!..... ¿Te puedo hacer una pregunta?
Mujer: ¡Claro!..... Tienes todo el derecho a preguntar y yo, si no quiero contestar, tengo todo el derecho a no contestar..... eso dependerá de la pregunta que me hagas.
Hombre: ¿Cómo llegaste al laberinto?
Mujer: Me contrataron como mujer de la limpieza.
Hombre: ¿Como mujer de la limpieza?
Mujer: Sí, me contrataron un par de horas al día para limpiar esta sala..... Un día sentí curiosidad y entré por la puerta número 1..... Me gustó y decidí que cada día, después de limpiar la sala, entraría por una.
Hombre: ¿Has cruzado las puertas por orden?
Mujer: Sí.
Hombre: ¿Por qué?
Mujer: Porque tomé esa decisión.
Hombre: Ya, pero ¿por qué?
Mujer: Tenía mis motivos.....
Hombre: Perdona, no te quería incomodar.....
Mujer: Tranquilo, no pasa nada, ya te había dicho que si no quería no te contestaría..... Quizás te contestaré algún día, o quizás no..... En realidad te debería dar las gracias porque, de vez en cuando, me gusta comprobar que puedo decir NO sin que eso suponga un mal rollo con la otra persona.
Hombre: Sí..... a veces es muy complicado eso de las preguntas y las respuestas.....
Mujer: Sí, algunos temas son difíciles de tocar..... No sé, en realidad pienso que hay preguntas que no se tendrían que hacer..... es una cuestión de confianza y respeto hacia la otra persona.
Hombre: ¿Confianza y respeto?
Mujer: Sí, es importante respetar la intimidad de la otra persona, quiero decir, debemos respetar todo aquello que la otra persona piensa que es su intimidad.
Hombre: ¿Y la confianza?
Mujer: A ver..... a lo largo de una relación, muy a menudo nos preguntamos si confiamos en la otra persona, pero pocas veces nos preguntamos si la otra persona confía en nosotros..... Creo que cuando una persona nos quiere explicar algo siempre encuentra el momento y la manera de hacerlo (si hay respeto y confianza)..... pero si no te lo quiere explicar y le preguntas puede, o bien, decirte que no quiere responder – lo cual quiere decir que siente que tú le tienes confianza y respeto, porque sabe que ese NO no afectará negativamente a vuestra relación – o bien, te dirá una mentira, lo cual demuestra que no hay confianza ni respeto, porque una mentira no es otra cosa que una reacción de miedo..... normalmente miedo a la reacción del otro.
Hombre: Las reacciones..... ¡Son tan imprevisibles!
Mujer: Sí que son imprevisibles..... Pero a veces la imprevisión nos puede sorprender de una manera muy agradable, lo que pasa que en esta clase de sorpresa no pensamos muy a menudo..... Ahora, me tendrás que perdonar, pero tengo que marchar, porque hoy quería cruzar la última puerta.
Hombre: Bueno, pues que te vaya bien.
Mujer: ¿Quieres venir conmigo? Cruzaré la puerta 9.
El hombre miró la puerta y aceptó.
Al cruzar la puerta la mujer dijo: “Vaya, que playa más bonita”. El hombre la miró confundido:
Hombre: ¿Playa?..... Pero si es una ciudad, llena de gente y coches.
Mujer: ¿Una ciudad? ¿Es bonita?
Hombre: .....Todavía no lo sé..... pero ¿cómo puede ser?
Mujer: ¿El perro no te explicó lo que le dijo la bruja sobre lo que hay detrás de las puertas?
Hombre: Sí..... “Lo que hay detrás de la puerta es diferente para cada persona”..... Pero pensaba que si íbamos juntos.....
Mujer: El hecho de ir juntos no implica que podamos ver, o disfrutar, las mismas cosas. Podemos ir juntos, pero cada uno es cada uno..... ¡Por suerte!..... La realidad puede ser muy diferente para ti o para mí..... pero, aunque fuese la misma, quiero decir, que fuesen muy parecidas, es posible que tú disfrutases de unas cosas y yo de otras.
Hombre: ¿Por ejemplo?
Mujer: A ver..... si, por ejemplo, los dos estuviésemos en la playa, quizás tú disfrutarías tomando el sol y yo disfrutaría bañándome. Los dos disfrutaríamos del hecho de estar en la playa, pero por motivos diferentes..... Claro que, además de disfrutar de cosas diferentes, lo cierto es que también podríamos disfrutar de la compañía de la otra persona y, eso por si solo, ya puede llegar a ser muy agradable.
Hombre: Gracias por la explicación..... Oye una cosa..... ¿Cómo sabes que conozco al perro?
Mujer: Porque me lo he encontrado en la puerta número 8.
Hombre: ¿Y te ha hablado de mí?
Mujer: Me ha hablado de muchas cosas y de mucha gente.
Hombre: Y como sabes que yo.....
Mujer: No te comas tanto el coco, hombre. ¡Qué importa lo que me ha dicho!..... Ahora me voy a bañar, si quieres nos encontramos después en el restaurante que hay al final de la playa..... bueno, de la calle.
La mujer se quitó los zapatos y cruzó la calle, después se sumergió en unos edificios y empezó a nadar.....
El hombre la miró durante unos segundos..... Sonrió al verle el cabello mojado..... Pensó que era una mujer muy guapa y volvió a sonreír.
Paseaba por la ciudad sin prestar demasiada atención a nada. “¿Era verdad que la mujer veía una playa?..... ¿Estaba nadando realmente?..... Pero el cabello sí que lo tenía mojado..... ¡Era todo tan extraño!
Iba a cruzar hacia la otra acera cuando notó que alguien le cogía por el brazo mientras gritaba: “Ey, ¿qué no ha visto la señal de peligro? ¡Esta zona es para las embarcaciones, está prohibida la entrada a los bañistas!
Miró a su alrededor: Ninguna embarcación, ninguna playa..... Estaba en la entrada de un parking, en la rampa de acceso para coches.
Cansado y desorientado (física, psíquica y emocionalmente) pensó que lo mejor sería ir hacia el restaurante.
Diferentes realidades... Las mismas zonas de peligro, pero cada uno viviéndolas desde su realidad (para él coches, para la mujer y para el hombre que le gritaba, embarcaciones)..... ¿Diferentes realidades en un mismo espacio y tiempo?..... ¿O quizás era una ciudad sumergida? ¿Cuando te tocas dentro del agua ¿puedes notar si estás mojado?
Cuando encontró el restaurante se dio cuenta que justo al lado estaba la puerta del laberinto.
Miró las dos puertas. Recordó las palabras de la bruja: “Lo que hay detrás de cada puerta es diferente para cada persona..... y es diferente en cada momento”.
Recordó las palabras de la mujer: “¿y has conseguido salir de todas las puertas?
Pensó: “¿Qué debo hacer: Volver al laberinto o ir al restaurante y reencontrarme con aquella mujer?
Volvió a recordar las palabras de la bruja y la pregunta de la mujer.
Volvió a pensar: “Si cruzo la puerta del laberinto quizás no volveré a ver a la mujer pero, si voy al restaurante, quizás después no encuentre la puerta del laberinto..... ¿Qué debo hacer?”
Estaba indeciso, se repetía la misma pregunta una y otra vez: “¿Qué debo hacer?..... Se hizo tantas veces la misma pregunta que cuando se dio cuenta habían desaparecido las dos puertas.....

Sí, una vez más, había olvidado aquella pregunta tan simple: ¿Qué me gustaría hacer ahora?