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lunes, 15 de noviembre de 2010

El laberinto (3)

El hombre volvió a acariciar al perro y el perro volvió a hablar:
Cuando crucé la puerta me sorprendí: ¡Había llegado al mismo bosque del que había salido!
Medité sobre todas las cosas que me habían pasado durante el año (de la primera a la segunda noche de San Juan)….. Pensé en las palabras de la bruja sobre la felicidad y la infelicidad….. Entonces me di cuenta: Yo amaba este bosque y, por tanto, era muy probable que pudiera encontrar aquí mi felicidad.
Pensé en el leñador, yo era su mano. El leñador había hecho muchas cosas antes de llegar a este bosque….. había amado otros lugares….. había marchado otras veces, pero esta vez no se había ido porque quisiera irse sino que su marcha estaba relacionada con el hecho de haber perdido la mano, y eso lo entristeció….. la tristeza nos hace hacer cosas extrañas…..
Con estos pensamientos, llegué a la conclusión que tenía que volver a tirar la moneda al aire, pero me di cuenta que la había perdido….. I es por eso que todavía estoy en el laberinto.
El hombre se dio cuenta que el perro llevaba un collar del que colgaba una pequeña bolsa:
Hombre: ¿Qué llevas en esta bolsa?
Perro: Creo que la moneda…..
Hombre: ¡Pero si me has dicho que la habías perdido!
Perro: Sé que está en la bolsa….. pero no la puedo ver….. no la puedo coger…
Hombre: Yo te puedo desabrochar el collar, si quieres.
Perro: No, todavía no estoy preparado.
Hombre: Preparado….. ¿Para qué?
Perro: Para encontrar la moneda.
Hombre: ¿No quieres ser feliz?
Perro: Sí….. pero me da miedo.
Hombre: ¿Miedo?
Perro: Sí, el miedo hace que vayamos más despacio y, en muchas ocasiones, nos hace parar del todo. Todavía no sé si quiero ser mano o perro….. Todavía no sé si el leñador se entristeció porque perdió la mano o porque tuvo que dejar de acariciar al perro.
Hombre: Pero le quedaba la otra mano para acariciar al perro.
Perro: Pero con la otra mano no lo había acariciado nunca….. no sabía.
Hombre: Pero si lo que quiere es acariciar al perro, seguro que aprenderá….. siempre acabamos aprendiendo a hacer (mejor o peor) las cosas que nos gustan.
Perro: No sé si tienes razón pero….. ¿me desabrocharás el collar antes de irte?
Hombre: ¡Claro!
El hombre marchó. Mientras marchaba iba pensando si se iba porque tenía que irse o porque el perro le había dado a entender que tenía que marchar (“¿Me desabrocharás el collar antes de irte?”).
Se preguntaba si el perro le había dicho que se fuera porque era importante que siguiera su camino o simplemente porque quería estar solo.
…..Bueno, también era posible que el perro pensara que él quería marchar.
Sí, volvió a hacerse muchas preguntas pero, al menos hasta el momento, no se había hecho aquella pregunta tan simple: ¿He marchado porque yo quería marchar?
Estuvo a punto de dar media vuelta para preguntarle al perro porque le había dicho que se fuera, pero en ese momento vio la puerta del laberinto, se dirigió hacia ella, la abrió y, al mirarla, descubrió que no era ni la número 4 ni la número 7: ¡Era la puerta 2!
CONTINUARÁ…..

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