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lunes, 18 de noviembre de 2013

Brisas y lágrimas

La brisa entra por la ventana acariciando suavemente las lágrimas de cristal que, tras casi un lustro inmóviles, dejan caer el polvo acumulado y entonan melancólicas notas al chocar unas contra otras.
Al encontrar todo cerrado, la brisa intenta salir por donde había entrado….. pero aquella ventana también está cerrada….. Siente la risa del viento huracanado…..
Desorientada, corre por la casa….. las lágrimas entonan un canto de agradecimiento por el retorno de la vida…..
La brisa se esconde debajo de la cama….. pero las notas la siguen hasta allí.
La lluvia golpea los tejados de uralita produciendo un extraño sonido de tambores lejanos….. Rayos y relámpagos iluminan momentáneamente las calles para sumirlas, posteriormente, en la más profunda oscuridad.
Cuando despierta, recuerda haber soñado que era una brisa….. Cierra los ojos e intenta reproducir aquella sensación…..
Cuando suena el despertador, Helena estira el brazo para apagarlo y, sin darse cuenta – o sin querer darse cuenta – roza con la mano una de las lágrimas de cristal que cuelgan sobre la mesilla de noche, la cual, al chocar contra la de al lado, reproduce una transparente nota que la devuelve al sueño…..
Una vaga pero, a la vez, reconfortante sensación de su vuelo como brisa, la acompaña durante todo el día.
Esa noche decide dormir debajo de la cama…..
Alguien le toca el pie: “Perdone, ¿le importaría echarse hacia un lado? ¿Se ha caído de la cama? ¿Piensa quedarse muchos días? ¿Ronca? ¿Quiere que seamos mejores amigas? ¿Dónde ha comprado ese pijama? ¿Le molesta si pongo la radio? ¿Ha traído algo para comer? ¿Le gustan los espejos? ¿Quiere que le lea un cuento? ¿Le puedo hacer una pregunta?”
Sonríe….. “¿Qué le hace gracia?”….. Vuelve a sonreír y dice: “Me ha hecho gracia que después de tantas preguntas me preguntes si me puedes hacer una pregunta”.
Despierta….. mira debajo de la cama pero no hay nadie: Ni ella ni la Miniella.
Oye la voz de su hijo mayor: “¿Cómo te encuentras?” Abre los ojos, mira al hijo y dice: “¿Bien?” El muchacho sonríe: “Parece que por fin te bajó la fiebre…”

Cuando el hijo marcha de la habitación, una brisa suave la llama desde la ventana: “Psss, psss, ey, ¿puedo entrar?”…..