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miércoles, 16 de febrero de 2011

Rafael (H/P)

Hoy he ido al entierro de Rafael.
Ha sido una ceremonia extraña, casi estúpida.....
La verdad es que me pareció bastante absurdo recibir una invitación para el entierro..... porque Rafael no ha muerto.
Cuando llegué al lugar de la ceremonia, el cuerpo con vida del no difunto yacía – vestido de torero – en un ataúd amarillo adornado con coronas de marihuana. La madre y las dos hermanas de Rafael lloraban, mientras el padre – vestido de césar – mantenía una cara totalmente inexpresiva.
Manuel – portero de la finca donde Rafael había vivido durante 27 años – se comía un helado con la cara pegada a un ventilador. Estaba nervioso.
Juan Carlos y Margarita – amigos íntimos del no difunto – miraban el techo sin decir nada, mientras los tacones de ella repicaban a ritmo de segundero sobre un parquet gastado y sucio.
A las cinco de la tarde, Rafael sale del ataúd y dice: “Estamos aquí reunidos para decirme el último adiós a mi. Durante toda mi vida he sido una persona amable y considerada. Buen padre, buen esposo y excelente amigo. Las personas que me han conocido me echarán de menos, echarán de menos mi buen humor y mis consoladoras palabras en los malos momentos. He vivido en paz y armonía con vecinos y compañeros. He amado y me han amado. Sé que me lo merezco pero, igualmente, quiero agradecer vuestra presencia en este mi último adiós.
“Como último deseo os pido que me recordéis como la persona que acabo de describir, es decir, como la persona que me hubiese gustado ser..... no como la que he sido.”
Ante el asombro de todos, Rafael se dirige hacia la salida y dice: “He robado el dinero de la contribución de los últimos diez años y, por esta razón, éste es mi último adiós. ¡Gracias a todos!
¿He dicho una ceremonia casi estúpida?
Helena

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