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lunes, 28 de febrero de 2011

El laberinto (13)

Y de pronto, al oír aquella frase por segunda vez, me di cuenta que me era indiferente si echaba de menos al perro o a la mano, porque lo cierto es que yo también lo echo de menos..... Que yo – sea mano o sea perro – quiero volver con él.....
El hombre, sin dejar de acariciar al perro, dijo:
Hombre: ¿Qué ha pasado con la moneda?
Perro: Todavía está subiendo.
Hombre: Así, mientras no baje, puedes escoger la cara que quieras.....
Perro: ¡Claro!..... Y cuando baje, según como, puedo volver a lanzarla bien fuerte.
Cuando el perro se fue el hombre volvió a mirar las puertas. Casi sin proponérselo, fue hacia la puerta número 6 y la cruzó.
Una vez en el otro lado, tuvo el impulso de mirar atrás, pero se contuvo: Por un lado, intuía que la sala de las puertas habría desaparecido y, por otro lado, sabía que quería seguir adelante.
Detrás de la puerta número 6 había una casa..... o algo por el estilo. Todo estaba desordenado..... aunque, mirándolo bien, no era desorden..... alguien había registrado cajones y armarios..... Sintió miedo: ¿Había un ladrón dentro del laberinto?
Escuchó una especie de susurro: “Tiene que estar en algún sitio, seguro que la encontraré, no la he podido perder.”
Se dirigió hacia la habitación de donde provenía la voz, al llegar vio que un señor – de unos 104 años – salía de debajo de la cama. El señor miró al hombre y dijo:
Señor: No la he podido perder, sé que está en algún sitio.
Hombre: ¿Qué ha perdido?
Señor: ¡¡Nada!!..... Ya le he dicho que no la he perdido, que debe estar en algún sitio.
Hombre: Perdone, ¿qué busca?
Señor: La esperanza.
Hombre: ¿La esperanza?
Señor: Sí, la esperanza..... Eso que es lo último que se pierde..... Ya sabe, cuando se pierde la esperanza quiere decir que todas las otras cosas ya las hemos perdido.....
Hombre: Me gustaría ayudarlo, pero no sé que apariencia tiene la esperanza.
El señor miró al hombre de arriba a abajo..... Lo volvió a mirar pero, esta vez,  de abajo a arriba. Se acercó, lo miró, lo tocó y lo volvió a mirar:
Señor: ¿Usted no tiene esperanzas?
Hombre: Creo que sí que tengo.....
Señor: Y, entonces, ¿por qué dice que no sabe que apariencia tiene?
Hombre: No sé..... sé que tengo esperanza..... pero no la he visto nunca.
Señor: ¡Claro! La esperanza no se puede ver.
Hombre: ¿Y cómo la piensa encontrar, entonces?
Señor: Porque que no la veas no quiere decir que no la puedas encontrar..... De hecho, usted sabe que la tiene y no la ha visto nunca..... Lo que pasa es que para encontrarla, la tenemos que buscar.
Hombre: Así, ¿usted cree que si se busca se encuentra?
Señor: Sí, tengo esa esperanza..... ¡Mira por dónde! Ya le había dicho que no la había perdido, ¡gracias por su ayuda!..... Ahora tengo la esperanza de encontrar la esperanza..... es decir, tengo una nueva esperanza y, por tanto, no está todo perdido.
Hombre: Así, lo importante es la esperanza en si..... no su apariencia.
Señor: Lo importante es tener esperanza..... no cuál es la esperanza, porque eso va cambiando con nosotros.....
Se despidieron. Cuando estaba llegando a la puerta el señor lo llamó:
Señor: ¡Perdone! Si ve a la bruja, ¿le puede decir que he vuelto a encontrar la esperanza?
Hombre: Supongo que se lo podría decir..... pero todavía no conozco a la bruja.
Señor: ¿No conoce a la bruja?..... ¿Y cómo ha llegado al laberinto?
Hombre: No lo sé.
Señor: ¡Qué gracioso!
Hombre: ¿Qué es gracioso?
Señor: No sé..... No había conocido a nadie que hubiese llegado al laberinto sin conocer a la bruja y sin saber cómo ha llegado.
Hombre: Sí, por lo visto soy la única persona a la que le pasa eso.....
Señor: Es posible..... Pues nada, ¡qué le vaya bien!
El hombre volvió a la sala pero, esta vez, no miró las puertas, se sentó con la espalda contra la pared y cerró los ojos: ¿Cómo había llegado al laberinto?

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