Al ver a
la mujer sonrió..... después rió, fuerte, muy fuerte, quería que cada célula de
su cuerpo se diera cuenta de que estaba riendo.
Al oír la
risa, la mujer dejó la escoba y fue a darle un beso..... Lo miró sonriendo y
dijo: “Estoy contenta de verte, ¡me gusta
que hayas vuelto!”
Se
sentaron en el suelo y hablaron:
Hombre: ¿Cómo
conseguiste este trabajo?
Mujer: Puse un
anuncio en el periódico, un par de días más tarde la bruja vino a verme.
Hombre: ¿Y te
dijo que era una bruja?
Mujer: Sí.
Hombre: Y así y
todo ¿aceptaste el trabajo?
Mujer: Me era
igual qué o quién fuera..... ¡necesitaba el trabajo!
Mientras
hablaban las puertas se abrían y se cerraban. Había personas que entraban y
personas que salían. Saludaban. Algunos se sentaban en el suelo y miraban las
puertas, otros hablaban entre ellos, o comían, o dormían..... Una niña, de unos
doce años, cruzó la sala y entró por la puerta número 5, justo en el umbral de
la puerta le cayó algo del bolsillo, no se dio cuenta, así que el hombre se
levantó y fue hacia la puerta, cogió el objeto del suelo y vio que era un clip
del cabello..... La llamó: “¡Ey! Que te
ha caído un clip!”. La niña no lo oyó y siguió hacia delante.
La mujer
dijo: “Se llama Carla”. Entonces la
siguió: “Carla, que te ha caído un clip”.
La niña se giró:
Carla:
¡Gracias!
Hombre: De
nada. ¿Qué haces en el laberinto?
Carla: ¿Qué
haces tú?
Hombre: Yo he
preguntado primero.
Carla: Ya lo
sé que has preguntado primero..... ¿y?
Hombre: No
sé.....
Se miran.
Carla: ¿Qué
haces en el laberinto?
Hombre: ¿Qué
haces tú?
Carla: Tú has
preguntado primero.
Hombre: Sí,
primero yo he preguntado primero y, después, tú has preguntado primero.....
Carla: Muy
bien, así si alguien quiere contestar que conteste y si no que no conteste
nadie..... ¿vale?
Hombre: Vale.
Detrás de
la puerta número 5 había una casa: Para el hombre había una casa..... para la
niña también:
Carla:
¡Bienvenido a mi casa!
Hombre:
¡Gracias! ¿Tú vives aquí?
Carla: Sí.
Hombre: ¿Dónde
está tu familia?
Carla:
¿Quieres decir, mi abuelo?
Hombre: No lo
sé..... ¿Vives con tu abuelo?
Carla: Creo
que sí.
Hombre:
¿Crees?.....
Carla: Bueno,
vivimos en la misma casa..... pero hace tiempo que no lo veo.
Hombre: Pero
esta casa no es demasiado grande..... más bien, es muy pequeña.
Carla: Es muy
pequeña y muy pobre..... es tan pobre que ni siquiera entran los ratones.....
porque no hay nada para comer.
Hombre:
¿Ratones?
Carla: Sí, mi
abuelo siempre lo decía..... Pero un día, cuando yo tenía cuatro años, a un
vecino que tenía seis se le cayó un diente, lo dejó debajo de la almohada y un
ratoncito se lo llevó y, a cambio, le dejó dos chocolatinas y un cepillo de
dientes. Entonces supe que existía un ratoncito que no iba a las casas a comer,
sino a dejar cosas..... Éramos pobres, hacía dos días que sólo comíamos pan
duro..... Yo pensé que le podía dar una sorpresa al abuelo..... y que él se
pondría muy contento..... pero no fue así.
Hombre: ¿Cuál
era la sorpresa?
Carla: Pensé
que si ponía debajo de la almohada la dentadura postiza de mi abuelo el
ratoncito nos traería muchas cosas..... Una noche, mientras él dormía, cogí la
dentadura y la puse debajo de la almohada..... Por la mañana había muchos
regalos..... pero no estaba la dentadura y el abuelo se enfadó..... me regañó.
Hombre: Pero no
lo entiendo..... eso del ratoncito.....
Carla: Sí, ya
sé que el ratoncito no existe, pero entonces no lo sabía..... Mi abuelo estuvo
mucho tiempo sin sus dientes..... Yo sufría cada vez que lo veía comer así.....
aunque él no volvió a hablar del tema..... parecía que lo había olvidado.....
Un día abrí un cajón y encontré la dentadura..... me enfadé mucho con el
abuelo..... me riñó por una cosa que no había pasado, el ratoncito no se había
llevado su dentadura..... ¡Me enfadé mucho! Había sufrido día tras día.....
Hombre: ¿Qué te
dijo tu abuelo?
Carla: ¿Que
qué me dijo?..... Me preguntó que por qué no le había dicho que sufría..... Me
cogió la mano – siempre me cogía la mano cuando teníamos que tratar un tema
importante – pero yo la quité y le dije que no quería volver a verlo.....
¡Estaba muy enfadada!
Hombre: ¿Y no dejaste
que te explicara sus motivos?
Carla:
¿Motivos? ¿Qué motivos podía tener para hacer una cosa así?
Hombre: No
sé..... Es posible que no quisiera romper tu mundo infantil..... la magia de tu
mundo: ¡Eras muy pequeña para perder las ilusiones!
Carla: ¿Quieres
decir que para él era más importante mi felicidad que su dentadura?
Hombre:
Seguramente.....
Carla: ¿Por
qué?
Hombre: No
estoy demasiado seguro..... pero, quizás, porque el único compromiso que
realmente es para toda la vida son los hijos..... te guste o no lo que hacen,
tienes que estar..... quiero decir, quieres estar..... te necesiten o no.
Carla: Pero yo
no soy hija suya.
Hombre: No sé
qué les ha pasado a tus padres pero, por lo que me has explicado, me ha
parecido que sólo vives con él, ¿no?
Carla: Sí.
Hombre: Así en
algún momento, él te aceptó como hija, aceptó el compromiso.....
Carla: ¿Para
toda la vida?..... Supongo que es por eso que, aunque no lo veo, me sigue
cuidando: La mesa preparada, el fuego encendido, los cuentos cerca de la
cama.....
La niña
cogió el clip y se lo puso: “Este clip me
lo trajo el ratoncito..... El abuelo siempre quería que me lo pusiera a la hora
de comer o de leer, porque con el flequillo en los ojos no se pueden hacer bien
estas cosas..... ¡Y porque con él estaba muy guapa!.....”
Se miró
al espejo, se colocó bien el clip y dijo:
Carla: Abuelo,
es hora de cenar.
Abuelo: Pues
va, pon la mesa – y mirando al hombre dijo - ¿Usted se queda a cenar?
Hombre: No,
gracias, creo que ahora debo..... quiero marchar..... ya vendré otro día.
Carla:
¿Mañana?
Hombre:
¡Perfecto! Hasta mañana, pues.
Antes de
cruzar la puerta escuchó:
Abuelo: Carla,
¡estás muy guapa con ese clip!
Carla:
¡Gracias! Tú también estás muy guapo con tus dientes.
Abuelo:
¡Gracias! ¡Buen provecho!
Cuando
llegó a la sala no había nadie, así que aprovechó para dormir un ratito.....
¡Se encontraba bien! Había marchado de la casa porque quería marchar y, al día
siguiente, volvería porque quería volver.
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