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lunes, 24 de enero de 2011

El laberinto (8)

.....Bloqueo..... Cansancio..... Bloqueo.....

DOS PUERTAS
.....Seguía bloqueado..... Entre dos puertas.....
Golpeó con todas sus fuerzas la pared que lo rodeaba..... se dio cuenta que no era una pared sino un muro..... se dio cuenta que no eran ladrillos sino sentimientos.....
Intentó razonar, en otras ocasiones los razonamientos lógicos habían sido una buena defensa  (o un buen ataque) contra los efectos arrasadores de los sentimientos.
Intentó razonar..... pero no encontró la lógica por ningún sitio.
Estaba tan agotado que se volvió a dormir.
Soñó con el perro..... Soñó que el perro lanzaba la moneda..... la vio flotar en el aire..... mientras subía daba vueltas sobre ella misma..... Iba subiendo, subía..... subió durante unos minutos y desapareció entre las estrellas.....
Cuando despertó todavía recordaba el sueño..... ¿Qué quería decir?..... Entonces recordó las palabras de la bruja: “Las cosas pueden tener un significado o carecer de él”.....
Intentó olvidarse del sueño, miró las dos puertas y llegó a la misma conclusión que antes: la única manera de salir de aquella habitación era tomar una decisión.....
Miró las dos puertas, la del restaurante y la del laberinto..... Dijo: “No quiero escoger una puerta, ¡quiero cruzar las dos!”
Caminó hacia las puertas, despacio, y al mirarlas de cerca se dio cuenta que no eran dos puertas..... sino una puerta con dos alas: las empujó con fuerza y apareció la sala de las puertas..... Había una mujer haciendo la limpieza.....

LA CUARTA PUERTA
Al ver a la mujer sonrió..... después rió, fuerte, muy fuerte, quería que cada célula de su cuerpo se diera cuenta de que estaba riendo.
Al oír la risa, la mujer dejó la escoba y fue a darle un beso..... Lo miró sonriendo y dijo: “Estoy contenta de verte, ¡me gusta que hayas vuelto!”
Se sentaron en el suelo y hablaron:
Hombre: ¿Cómo conseguiste este trabajo?
Mujer: Puse un anuncio en el periódico, un par de días más tarde la bruja vino a verme.
Hombre: ¿Y te dijo que era una bruja?
Mujer: Sí.
Hombre: Y así y todo ¿aceptaste el trabajo?
Mujer: Me era igual qué o quién fuera..... ¡necesitaba el trabajo!
Mientras hablaban las puertas se abrían y se cerraban. Había personas que entraban y personas que salían. Saludaban. Algunos se sentaban en el suelo y miraban las puertas, otros hablaban entre ellos, o comían, o dormían..... Una niña, de unos doce años, cruzó la sala y entró por la puerta número 5, justo en el umbral de la puerta le cayó algo del bolsillo, no se dio cuenta, así que el hombre se levantó y fue hacia la puerta, cogió el objeto del suelo y vio que era un clip del cabello..... La llamó: “¡Ey! Que te ha caído un clip!”. La niña no lo oyó y siguió hacia delante.
La mujer dijo: “Se llama Carla”. Entonces la siguió: “Carla, que te ha caído un clip”. La niña se giró:
Carla: ¡Gracias!
Hombre: De nada. ¿Qué haces en el laberinto?
Carla: ¿Qué haces tú?
Hombre: Yo he preguntado primero.
Carla: Ya lo sé que has preguntado primero..... ¿y?
Hombre: No sé.....
Se miran.
Carla: ¿Qué haces en el laberinto?
Hombre: ¿Qué haces tú?
Carla: Tú has preguntado primero.
Hombre: Sí, primero yo he preguntado primero y, después, tú has preguntado primero.....
Carla: Muy bien, así si alguien quiere contestar que conteste y si no que no conteste nadie..... ¿vale?
Hombre: Vale.
Detrás de la puerta número 5 había una casa: Para el hombre había una casa..... para la niña también:
Carla: ¡Bienvenido a mi casa!
Hombre: ¡Gracias! ¿Tú vives aquí?
Carla: Sí.
Hombre: ¿Dónde está tu familia?
Carla: ¿Quieres decir, mi abuelo?
Hombre: No lo sé..... ¿Vives con tu abuelo?
Carla: Creo que sí.
Hombre: ¿Crees?.....
Carla: Bueno, vivimos en la misma casa..... pero hace tiempo que no lo veo.
Hombre: Pero esta casa no es demasiado grande..... más bien, es muy pequeña.
Carla: Es muy pequeña y muy pobre..... es tan pobre que ni siquiera entran los ratones..... porque no hay nada para comer.
Hombre: ¿Ratones?
Carla: Sí, mi abuelo siempre lo decía..... Pero un día, cuando yo tenía cuatro años, a un vecino que tenía seis se le cayó un diente, lo dejó debajo de la almohada y un ratoncito se lo llevó y, a cambio, le dejó dos chocolatinas y un cepillo de dientes. Entonces supe que existía un ratoncito que no iba a las casas a comer, sino a dejar cosas..... Éramos pobres, hacía dos días que sólo comíamos pan duro..... Yo pensé que le podía dar una sorpresa al abuelo..... y que él se pondría muy contento..... pero no fue así.
Hombre: ¿Cuál era la sorpresa?
Continuará.....

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