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miércoles, 19 de enero de 2011

El delito de la viuda (H/P)

Tengo una vecina, Antonia, que yo diría – por el tiempo que hace que la conozco y las cosas que me ha explicado – que cuando nació ya era viuda y con tres hijos.
Mucha gente me dice que eso es totalmente imposible pero, por poner un ejemplo, os diré que he visto muchas fotos suyas y en todas, incluida la de la primera comunión, aparece ella sola con sus tres hijos... ¡Que cada cual piense lo que quiera!
El caso es que, debido a esta peculiaridad de su vida, Antonia está acostumbrada a buscarse la vida como puede, sin desatender en ningún momento a sus hijos.
En la actualidad tiene 64 años (hace 23 también tenía 64). Se gana la vida limpiando los lavabos de una estación, de dos McDonal’s y del corte inglés. El hijo mayor se jubiló hace una semana, la pequeña se jubila en febrero y lo del medio (no sé si es chico o chica porque nunca sale de su habitación) es aprendiz de brujo.
Me he encontrado con Antonia en la puerta de la comisaría. Estaba triste, con la cara blanca, los ojos húmedos, la mirada perdida, las manos temblorosas...
Cuando me ve, me abraza y me hace prometerle que cuidaré de sus dos pequeños. Después se acerca a un policía y le explica que no puede hacer una declaración escrita porque no sabe escribir... Siguen hablando mientras se alejan. El policía hace una mueca aguantándose la risa, la deja sola y entra en un despacho, unos minutos después dos policías se asoman a la puerta, la miran y se ríen...
Me cabrea que se rían de ella porque no sabe escribir, entro en el despacho y los miro con cara desafiante: “¿Qué, os parece muy gracioso que no sepa escribir?”
El policía que habló con ella me dice que me tranquilice y me explica que Antonia ha ido a denunciar a su hijo mayor por un delito cometido hace 10 días y en el que ella había participado encubriéndolo y borrando las huellas.
Le pregunté cuál era el delito e, intentando aguantar la risa, dijo: “El domingo de la pasada semana, cuando la señora estaba limpiando el lavabo del MacDonal’s, su hijo entró y le preguntó por la camisa blanca, ella le dijo que la plancharía cuando saliera del trabajo. Por lo visto el muchacho tenía prisa y se puso nervioso al saber que no estaba planchada. Discutieron y él – presa de los nervios – encendió un cigarro... Sí, fumó en un establecimiento cerrado, público y con una clientela especialmente infantil y ella, sin pensárselo dos veces, abrió la ventana y echó ambientador para que nadie lo notara.”
Helena

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