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lunes, 7 de abril de 2014

La octava puerta

LA OCTAVA PUERTA
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¿Cómo había llegado al laberinto? ¿Llegaría a conocer a la bruja? ¿Realmente tenía esperanzas? ¿Qué hacía toda aquella gente dentro del laberinto? ¿Qué hacía él dentro del laberinto? ¿Por qué era él el único que no conocía a la bruja?
Con los ojos cerrados iba haciéndose preguntas. Escuchó unos pasos, abrió los ojos y vio a un hombre que le faltaba una mano:
Hombre: Usted debe ser el leñador, ¿no?
Leñador: Sí..... ¿Nos conocemos?
Hombre: No exactamente..... pero conozco a su perro.
Leñador: Pues ahora lo estaba buscando: ¿Lo ha visto?
Hombre: Estuve con él esta mañana..... Me dijo que volvía con usted.
Leñador: ¿Le ha dicho eso mi perro?
Hombre: Sí..... ¿Qué no vuelve?
Leñador: Sí, de hecho he venido a buscarlo..... Lo que me extraña es que se lo haya dicho..... es un perro..... y los perros no hablan.
.....¡Eso sí que había sido un jarro de agua fría!..... ¡de agua helada!..... Él ya sabía que los perros no hablaban..... pero había hablado con aquel: ¿Se había vuelto loco?.....
Hombre: Sí, ya sé que los perros no hablan..... pero en este laberinto es todo tan extraño.
Leñador: ¿Qué laberinto?
Hombre: Este laberinto..... el laberinto de la bruja.
Leñador: ¿Qué bruja?
Se miraron en silencio durante un rato. Esa sí que era una situación incómoda.....
El silencio empezaba a ser insoportable..... entonces, ladró un perro:
Leñador: ¡Ahí está!
El perro se acercó a los dos hombres. Cuando el leñador empezó a acariciarlo, el perro no habló.....
Leñador y perro marcharon..... pero antes de salir de la sala, el perro se giró y guiñó un ojo..... el hombre intentó sonreír.....
¿Qué estaba pasando? El leñador afirmaba que el perro no hablaba..... pero si el perro no le había hablado: ¿Cómo sabía él que al leñador le faltaba una mano?.....
Se encontraba inmerso en sus pensamientos cuando un huevo colisionó contra la puerta número 3. Al ver la clara y la yema resbalando por la puerta le vino a la cabeza la imagen de un reloj de Dalí: “¿La inspiración de Dalí había sido un huevo roto sobre una superficie vertical?”.....
Un reloj..... ¡Quizás había llegado la hora de cruzar la puerta número 3!
Al entrar a la habitación contigua, se encontró rodeado por un montón de pompas de jabón..... Al mirar hacia arriba vio a un chico dentro de una pompa, un chico que – desde dentro de su pompa – hacía pompas con un “pompero”.
Al ver al hombre, el muchacho dijo:
Pompador: Te veo un poco abatido.
Hombre: La verdad es que me encuentro un poco chafadillo.....
Pompador: ¿Por la conversación que has tenido con el leñador?
Hombre: Sí..... ¿Cómo sabes lo de la conversación?
Pompador: Eso es igual..... ¿Qué es exactamente lo que te ha afectado tanto?
Hombre: No lo sé.....
Pompador: ¿Estás seguro de que no lo sabes?
Hombre: Bueno..... supongo que es un poco por todo.....
Pompador: ¿Por todo?
Hombre: Quiero decir..... ¿Me he vuelto loco?
Pompador: ¡Vaya, hombre!..... o sea, que tú has ido haciendo, has ido buscando los medios (palabras, hechos, acciones, razonamientos.....) para salir de las diferentes situaciones, has conocido gente, has hecho amigos..... y, de buenas a primeras, aparece alguien que no ve las cosas como tú, y te planteas si estás loco..... ¡Caray! Eso que te ha dicho una sola persona hace que se tambalee todo tu mundo.....
Hombre: No sé..... es que, realmente..... los perros no hablan.
Pompador: ¡Ah! ¡Es eso!..... Es que tú tampoco tienes demasiado claro si, realmente, está pasando eso que está pasando, ¿no?
Hombre: Sí..... bueno, no sé..... me gusta..... pero es todo tan extraño..... tan nuevo, tan diferente.....
Pompador: A ver, tranquilo. Antes de que el huevo chocara contra la puerta ¿qué estabas pensando?
Hombre: Que si el perro no hablaba ¿cómo sabía yo que al leñador le faltaba una mano?
Pompador: ¡Exacto!
Hombre: Exacto ¿qué?
Pompador: ¿Qué cómo lo sabías?: Si no conocías al leñador y el perro no te lo había dicho, ¿cómo lo sabías?
Hombre: Es posible que éste sea uno de esos momentos en los que toca pensar en las palabras de la bruja..... ¿Pero en cuáles?
Pompador: Quizás en aquellas que dicen: “La relación con aquello que encuentras depende de tus propias vivencias.”
El hombre pensó durante unos minutos..... finalmente dijo:
Hombre: Creo que lo tengo más o menos claro..... aunque no sé si lo sabré explicar.
Pompador: ¡Inténtalo!
Hombre: A ver..... Supongo que la relación entre el perro y el leñador es una relación extra-laberinto, es decir, ellos tienen – o han vivido – una relación de hombre/perro (un hombre que habla y un perro que ladra..... el leñador ni siquiera sabe que el perro antes era su mano)..... Pero yo conocí al perro dentro del laberinto, es decir, nos conocimos después de la noche de San Juan, después de mi entrada en el laberinto (que todavía no sé como se produjo)..... La realidad es que el perro y yo hemos tenido vivencias diferentes a la del leñador y, por tanto, la relación entre nosotros es diferente a la relación entre ellos..... No sé si me has entendido.....
Pompador: Eso está bastante bien..... Si tú te entiendes, ya es suficiente.
Hombre: Más o menos..... Y hablando de otra cosa: ¿Qué haces dentro de una pompa de jabón?
Pompador: ¡Yo no estoy dentro de una pompa!
.....¿Otro jarro de agua fría?
Pompador: ¡Ey, ey! Tranquilo..... No pasa nada..... ¿Soy yo el que está dentro de una pompa o, por el contrario, eres tú el que está fuera de la pompa?
Hombre: ¿Fue primero el huevo o la gallina?
Pompador: Quizás Dalí sabía la respuesta..... y, quizás, la bruja también.....
La pompa de jabón, con el pompador dentro, se fue hacia arriba..... El hombre volvió a la sala de las puertas.

Sentado en el suelo con las piernas cruzadas, miró la puerta número 7, la puerta abierta.....

sábado, 1 de febrero de 2014

La séptima puerta

Volvió a la sala de las puertas..... Unos minutos después llegó el perro. El hombre empezó a acariciarlo y el perro habló:
Ayer, en esta misma sala, me encontré con el leñador.....
Le faltaba una mano pero, al verme, sonrió.....
Le faltaba una mano pero, así y todo, me acarició.....
Me acarició con la mano que no había acariciado nunca..... ¡Y me gustó! Me di cuenta que el leñador había aprendido a acariciar con aquella mano.
El leñador se durmió..... pero su mano no, entonces la mano me dijo que el leñador me echaba de menos..... Le pregunté si echaba de menos a la mano o si echaba de menos al perro..... Pero aquella mano – la mano que había aprendido a acariciar – sólo repitió: “Te echa de menos”.
Y de pronto, al sentir aquella frase por segunda vez, me di cuenta que me era indiferente si echaba de menos al perro o a la mano, porque lo cierto es que yo también lo echo de menos..... Que yo – sea mano o sea perro – quiero volver con él.....
El hombre, sin dejar de acariciar al perro, dijo:
Hombre: ¿Qué ha pasado con la moneda?
Perro: Todavía está subiendo.
Hombre: Así, mientras no baje, puedes escoger la cara que quieras.....
Perro: ¡Claro!..... Y cuando baje, según como, puedo volver a lanzarla bien fuerte.
Cuando el perro se fue el hombre volvió a mirar las puertas. Casi sin proponérselo, fue hacia la puerta número 6 y la cruzó.
Una vez en el otro lado, tuvo el impulso de mirar atrás, pero se contuvo: Por un lado, intuía que la sala de las puertas habría desaparecido y, por otro lado, sabía que quería seguir adelante.
Detrás de la puerta número 6 había una casa..... o algo por el estilo. Todo estaba desordenado..... aunque, mirándolo bien, no era desorden..... alguien había registrado cajones y armarios..... Sintió miedo: ¿Había un ladrón dentro del laberinto?
Escuchó una especie de susurro: “Tiene que estar en algún sitio, seguro que la encontraré, no la he podido perder.”
Se dirigió hacia la habitación de donde provenía la voz, al llegar vio que un señor – de unos 104 años – salía de debajo de la cama. El señor miró al hombre y dijo:
Señor: No la he podido perder, sé que está en algún sitio.
Hombre: ¿Qué ha perdido?
Señor: ¡¡Nada!!..... Ya le he dicho que no la he perdido, que debe estar en algún sitio.
Hombre: Perdone, ¿qué busca?
Señor: La esperanza.
Hombre: ¿La esperanza?
Señor: Sí, la esperanza..... Eso que es lo último que se pierde..... Ya sabe, cuando se pierde la esperanza quiere decir que todas las otras cosas ya las hemos perdido.....
Hombre: Me gustaría ayudarlo, pero no sé que apariencia tiene la esperanza.
El señor miró al hombre de arriba a abajo..... Lo volvió a mirar pero, esta vez,  de abajo a arriba. Se acercó, lo miró, lo tocó y lo volvió a mirar:
Señor: ¿Usted no tiene esperanzas?
Hombre: Creo que sí que tengo.....
Señor: Y, entonces, ¿por qué dice que no sabe que apariencia tiene?
Hombre: No sé..... sé que tengo esperanza..... pero no la he visto nunca.
Señor: ¡Claro! La esperanza no se puede ver.
Hombre: ¿Y cómo la piensa encontrar, entonces?
Señor: Porque que no la veas no quiere decir que no la puedas encontrar..... De hecho, usted sabe que la tiene y no la ha visto nunca..... Lo que pasa es que para encontrarla, la tenemos que buscar.
Hombre: Así, ¿usted cree que si se busca se encuentra?
Señor: Sí, tengo esa esperanza..... ¡Mira por dónde! Ya le había dicho que no la había perdido, ¡gracias por su ayuda!..... Ahora tengo la esperanza de encontrar la esperanza..... es decir, tengo una nueva esperanza y, por tanto, no está todo perdido.
Hombre: Así, lo importante es la esperanza en si..... no su apariencia.
Señor: Lo importante es tener esperanza..... no cuál es la esperanza, porque eso va cambiando con nosotros.....
Se despidieron. Cuando estaba llegando a la puerta el señor lo llamó:
Señor: ¡Perdone! Si ve a la bruja, ¿le puede decir que he vuelto a encontrar la esperanza?
Hombre: Supongo que se lo podría decir..... pero todavía no conozco a la bruja.
Señor: ¿No conoce a la bruja?..... ¿Y cómo ha llegado al laberinto?
Hombre: No lo sé.
Señor: ¡Qué gracioso!
Hombre: ¿Qué es gracioso?
Señor: No sé..... No había conocido a nadie que hubiese llegado al laberinto sin conocer a la bruja y sin saber cómo ha llegado.
Hombre: Sí, por lo visto soy la única persona a la que le pasa eso.....
Señor: Es posible..... Pues nada, ¡qué le vaya bien!

El hombre volvió a la sala pero, esta vez, no miró las puertas, se sentó con la espalda contra la pared y cerró los ojos: ¿Cómo había llegado al laberinto?

jueves, 30 de enero de 2014

La sexta puerta

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Salió de la puerta número 1 y entró por la número 5.
Miró a su alrededor y se estremeció al comprobar que no había nada..... estaba rodeado de nada.
De pronto notó una presencia..... Había algo, en medio la nada, había alguna cosa..... se giró y lo vio..... aquello le era extremadamente familiar.....
Sí, era demasiado familiar, sorprendido y extrañado preguntó:
Hombre: ¿Dónde estoy?
Aquello: ¿Dónde crees que estás?..... ¿A dónde querías ir?
Hombre: Quería ir a ver a carla y a su abuelo..... pero esto no es la casa.
Aquello: Quizás sí, quizás no..... al fin y al cabo, querías ir al pasado..... y es donde has llegado.
Hombre: Yo no quería ir al pasado, había quedado con ellos para cenar..... ¡Me parece que has metido la pata!
Aquello: ¡Ah! Perdona, es que estoy poco fino..... esto no es el pasado, quería decir que es el futuro..... pero el futuro tampoco existe.
Hombre: Ya sé que el futuro no existe..... existirá, pero no existe..... Pero, en este momento, eso no  tiene ninguna importancia, el caso es que son las nueve, la hora de cenar, y yo había quedado con ellos exactamente para cenar, por tanto, quería ir al presente: ¡¡Ni al pasado ni al futuro!!
Aquello: Bien..... así..... quiero decir..... que lo que tienes que hacer es..... recordar las palabras de la bruja..... Sí, ¡eso es! recordar las palabras que la bruja le dijo al perro.
Hombre: ¿Cuáles, exactamente?
Aquello: A ver.....
Hombre: ¡Ah! Ahora caigo – dijo el hombre con una sonrisa irónica – “Las señales las encuentras si las buscas”.
Aquello: ¿Las señales las encuentras si las buscas?..... ¿Por qué crees que son estas las palabras que tienes que recordar?
Hombre: Porque tengo la sensación que esto que ha pasado es una señal – o un indicio – de que las brujas también se equivocan.
Aquello: Pues, no sé.....
Hombre: Bien, ahora saldré y volveré a entrar..... espero que en el segundo intento todo esté bien.
Al cruzar la puerta por segunda vez sintió la voz de Carla:
Carla: ¡Hola!
Hombre: Hola Carla, ¿cómo estás?
Carla: Muy bien. Hoy hemos hecho un plato especial.
Hombre: ¿Ah, sí? ¿Qué habéis hecho?
Carla: Garbanzos, ¿te gustan?
Hombre: ¡mmmm! ¡Me encantan!
Carla: Al abuelo y a mí también..... y a mi padre..... mañana le llevaremos unos cuantos, si nos quieres acompañar.....
Hombre: ¿A tu padre?
Carla: Sí, no vive con nosotros..... pero le gustan mucho los garbanzos.
Cenaron. Fue una cena muy agradable. Después el hombre se fue a la sala de las puertas, se encontró con la mujer de la limpieza y hablaron:
Mujer: ¿Cómo llegaste al laberinto?
Hombre: No lo sé.
Mujer: ¿No lo sabes?
Hombre: No.....
Mujer: ¿Conoces a la bruja?
Hombre: No.
Mujer: ¡Caray! ¡Qué divertido!
Hombre: ¿Qué es divertido?
Mujer: No sé..... que estés aquí sin saber cómo has llegado y sin conocer a la bruja.
Hombre: ¿Qué quieres que te diga?..... a mí, más que divertido, me parece extraño..... Me gusta, pero lo encuentro extraño..... Al principio me daba un poco de miedo..... ¿Crees que puedo tener problemas por el hecho de no saber cómo he llegado?
Mujer: ¿Problemas?
Hombre: Quiero decir que, si no sé cómo he llegado..... quizás no sepa cómo marchar.....
Mujer: Recuerda que “El tiempo que pases dentro del laberinto depende de ti mismo”.
Hombre: Es verdad, gracias por recordármelo..... Ahora creo que necesito descansar unas horas, ¡buenas noches!
Mujer: ¡Buenas noches!
Durmió. Al despertar tenía la sensación de haberlo hecho durante horas, pensó: “Si estuviera en casa el sol entraría por las rendijas de la persiana”..... Pensó en su casa..... pensó en el sol..... pensó en el mar..... hacía tiempo que no veía el mar, lo echaba de menos..... la mujer había visto el mar detrás de la puerta número 9, pero él no, él había vito una ciudad.....
Pensaba en el mar cuando escuchó la voz de Carla:
Carla: ¡Tengo muchas ganas de ver a papá!
Abuelo: Ya lo sé, pero no corras que no te puedo seguir.
La niña miró al hombre y preguntó:
Carla: ¿Ya has decidido si vendrás con nosotros?..... Creo que mi padre te gustará.
Hombre: La verdad es que no he pensado.....
Abuelo: Pues tendrá que pensar rápido, ¡porque Carla tiene mucha prisa!
Carla: Es que cuando la bruja me dijo que papá estaba en la puerta número 8, me puse muy contenta..... ¡Me gusta esa puerta!
El hombre miró la puerta número 8. Le pareció que alguien silbaba detrás de aquella puerta..... Carla corrió hacia el silbido: “¡Es papá! Corre abuelo, que le tenemos que dar los garbanzos.
¡Sí!, detrás de la puerta número 8 estaba el silbador..... o el hombre lobo..... Carla corrió a abrazarlo y darle un beso:
Silbador: Te he echado mucho de menos.....
Carla: Yo a ti también..... Hemos traído garbanzos.
Silbador: ¡Umm! ¡Qué bien!..... ¡Hola padre!
Abuelo: ¡Hola hijo!..... Tienes muy buena cara.
Silbador: Sí, me encuentro bien..... Tenía muchas ganas de veros – y mirando al hombre, añadió – ¡Hola!, otra vez.
Hombre: ¡Hola!..... Realmente, ha sido una sorpresa saber que eres el padre de Carla.
Pasaron el día juntos. Al atardecer el silbador marchó. El hombre, el abuelo y Carla se sentaron a mirar la luna..... ¡La luna llena!
Entrada la noche, un lobo se unió al grupo..... Carla lo acarició, el hombre se apartó hacia un lado..... La niña sonrió y dijo:
Carla: No debes tener miedo, los lobos sólo atacan cuando tienen hambre..... ¡y éste ha comido muchos garbanzos!
Hombre: Cuando tienen hambre..... o cuando los molestan.
Carla: No es exactamente cuando los molestan..... es cuando se sienten amenazados..... cuando alguien quiere hacer daño a su familia..... bueno, a su manada: su familia, sus amigos..... Lo que pasa es que papá se equivoca a menudo cuando dice esta frase, ¿verdad, papá?
El lobo puso la cabeza sobre las piernas de la niña y se dejó acariciar.
Por la mañana, cuando el hombre abrió los ojos, se dio cuenta que el silbador había vuelto:
Hombre: ¡Buenos días!..... Veo que todavía silbas.
Silbador: Sí, ya te había dicho que me gustaba silbar.
Hombre: Sí..... pero me ha parecido que la música era diferente.....
Silbador: Porque ahora silbo porque me gusta..... no quiero amansar al hombre.....
Hombre: Me gustó mucho la música de ayer.
Silbador: Sí..... cuando estoy con Carla mi música es diferente, más viva, más yo..... y si, además, aparece con mi padre y un buen amigo, como esta vez, este efecto todavía es más fuerte.

El hombre sonrió..... ¡Un amigo!.....

miércoles, 29 de enero de 2014

La quinta puerta

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Lo despertó la melodía de alguien que silbaba. Se encontraba bien. Abrió los ojos pero no vio a nadie..... los volvió a cerrar: ¡Se encontraba bien!
Se permitió unos minutos de no hacer nada. Quería cruzar otra puerta, tenía ese deseo..... pero se encontraba bien, no tenía necesidad de correr, así que se permitió unos minutos más de inactividad.
Alguien seguía silbando, era agradable. Finalmente abrió los ojos y se sentó. Escuchó con atención para saber de donde provenía aquel sonido..... Lo sentía tan claramente que parecía que saliese de él mismo..... Cerró los ojos, se concentró en el silbido y le pareció que provenía de detrás de la puerta número 1.
Se dirigió hacia la puerta, la abrió y, al cruzarla, sintió un aire suave. Vio a un hombre que silbaba y fue hacia él:
Hombre: ¿Es tuya esa música?
Silbador: Es de quien la quiera escuchar.
El silbador siguió silbando. El hombre caminó por la montaña..... Se alejó mucho de aquel lugar y, aun así, seguía oyendo la música..... parecía que le saliera de dentro.
Al atardecer volvió. El silbador seguía silbando, entonces le preguntó:
Hombre: ¿Siempre silbas?
Silbador: Sí, me gusta hacerlo..... y, además, me va bien.
Hombre: ¿Por qué te va bien?
Silbador: Porque la música amansa a las fieras.
Hombre: No he visto animales salvajes.....
Silbador: Yo tampoco..... no tengo intención de amansar animales salvajes.
Hombre: Y entonces..... ¿Por qué silbas?
Silbador: Porque soy un hombre lobo.
Hombre: Un hombre lobo..... Así, quieres amansar al lobo.
Silbador: No, quiero amansar al hombre.
Hombre: ¿Al hombre?
Silbador: Sí, los lobos no son peligrosos..... Sólo atacan cuando tienen hambre..... o cuando los molestan.....
Estuvieron un largo rato sin hablar. El silbador silbaba. Para el hombre era agradable aquella combinación de noche y música..... ¡Se sentía bien!
El silbador miró al hombre y dijo:
Silbador: Mañana será luna llena.
Hombre: Así, mañana por la noche te convertirás en lobo, ¿no?
Silbador: Sí..... ¿Crees que te daré miedo?
Hombre: .....No lo sé..... ¿Me tendría que dar miedo?
Silbador: No lo sé..... eso depende de los cuentos que te hayan explicado.
Hombre: ¿De los cuentos que me hayan explicado?
Silbador: Sí, porque en los cuentos el lobo casi siempre es malvado..... Yo mismo tuve miedo de mi lobo durante mucho tiempo..... Pero un día alguien me explicó un cuento..... un cuento, el final del cual, decía así:
“.....i entonces apareció un lobo..... Pero no era un lobo de verdad, no era uno de aquellos lobos que corren por la montaña con porte elegante y mirada penetrante..... No, no era uno de esos lobos: Era un lobo de cuento, uno de aquellos lobos que se comen todo lo que encuentran..... Era el lobo más malvado de todos los cuentos..... Era un lobo que, incluso, se comió el cuento en el que vivía..... se lo comió sin darse cuenta que si no había cuento, no había lobo.....”
Este final me hizo pensar en mí..... Mi lobo no es un lobo de cuento, es un lobo de verdad: ¡A mí me gusta mi lobo!
Hombre: Que te guste tu lobo está bien pero ¿por qué quieres amansar al hombre?
Silbador: Porque cuando el hombre hace algo que socialmente está considerado incorrecto, todo el mundo le echa las culpas al lobo..... y quieren acabar con él..... pero a mí me gusta mi lobo..... ¡Me gusta ser un lobo!
Hombre: Así, ¿no te gusta tu hombre?
Silbador: Sí que me gusta..... Me gusta como soy cuando soy un hombre.
Hombre: ¿Y por qué lo quieres amansar?
Silbador: Porque no me gusta que le echen las culpas al lobo.
Hombre: ¿Y no encuentras a faltar la espontaneidad del hombre?
Silbador: Sí que la echo de menos..... pero tenía que escoger.
Hombre: ¿Y por qué escogiste al lobo?
Silbador: No lo sé..... Me he hecho esa pregunta muchas veces..... Quizás porque me gusta silbar.
Hombre: ¿Y por qué no utilizas tu música, tu silbido, para amansar a las fieras de verdad?..... Quiero decir, para amansar a aquellos a los que no les gusta tu hombre o tu lobo.
El silbador miró la luna..... Le gustaba la luna..... Le gustaba silbar..... Le gustaba ser un hombre lobo.....

El hombre se acordó de que había quedado para cenar con Carla y su abuelo. Se despidió del hombre lobo, se levantó y se fue silbando.

lunes, 27 de enero de 2014

La cuarta puerta

Al ver a la mujer sonrió..... después rió, fuerte, muy fuerte, quería que cada célula de su cuerpo se diera cuenta de que estaba riendo.
Al oír la risa, la mujer dejó la escoba y fue a darle un beso..... Lo miró sonriendo y dijo: “Estoy contenta de verte, ¡me gusta que hayas vuelto!”
Se sentaron en el suelo y hablaron:
Hombre: ¿Cómo conseguiste este trabajo?
Mujer: Puse un anuncio en el periódico, un par de días más tarde la bruja vino a verme.
Hombre: ¿Y te dijo que era una bruja?
Mujer: Sí.
Hombre: Y así y todo ¿aceptaste el trabajo?
Mujer: Me era igual qué o quién fuera..... ¡necesitaba el trabajo!
Mientras hablaban las puertas se abrían y se cerraban. Había personas que entraban y personas que salían. Saludaban. Algunos se sentaban en el suelo y miraban las puertas, otros hablaban entre ellos, o comían, o dormían..... Una niña, de unos doce años, cruzó la sala y entró por la puerta número 5, justo en el umbral de la puerta le cayó algo del bolsillo, no se dio cuenta, así que el hombre se levantó y fue hacia la puerta, cogió el objeto del suelo y vio que era un clip del cabello..... La llamó: “¡Ey! Que te ha caído un clip!”. La niña no lo oyó y siguió hacia delante.
La mujer dijo: “Se llama Carla”. Entonces la siguió: “Carla, que te ha caído un clip”. La niña se giró:
Carla: ¡Gracias!
Hombre: De nada. ¿Qué haces en el laberinto?
Carla: ¿Qué haces tú?
Hombre: Yo he preguntado primero.
Carla: Ya lo sé que has preguntado primero..... ¿y?
Hombre: No sé.....
Se miran.
Carla: ¿Qué haces en el laberinto?
Hombre: ¿Qué haces tú?
Carla: Tú has preguntado primero.
Hombre: Sí, primero yo he preguntado primero y, después, tú has preguntado primero.....
Carla: Muy bien, así si alguien quiere contestar que conteste y si no que no conteste nadie..... ¿vale?
Hombre: Vale.
Detrás de la puerta número 5 había una casa: Para el hombre había una casa..... para la niña también:
Carla: ¡Bienvenido a mi casa!
Hombre: ¡Gracias! ¿Tú vives aquí?
Carla: Sí.
Hombre: ¿Dónde está tu familia?
Carla: ¿Quieres decir, mi abuelo?
Hombre: No lo sé..... ¿Vives con tu abuelo?
Carla: Creo que sí.
Hombre: ¿Crees?.....
Carla: Bueno, vivimos en la misma casa..... pero hace tiempo que no lo veo.
Hombre: Pero esta casa no es demasiado grande..... más bien, es muy pequeña.
Carla: Es muy pequeña y muy pobre..... es tan pobre que ni siquiera entran los ratones..... porque no hay nada para comer.
Hombre: ¿Ratones?
Carla: Sí, mi abuelo siempre lo decía..... Pero un día, cuando yo tenía cuatro años, a un vecino que tenía seis se le cayó un diente, lo dejó debajo de la almohada y un ratoncito se lo llevó y, a cambio, le dejó dos chocolatinas y un cepillo de dientes. Entonces supe que existía un ratoncito que no iba a las casas a comer, sino a dejar cosas..... Éramos pobres, hacía dos días que sólo comíamos pan duro..... Yo pensé que le podía dar una sorpresa al abuelo..... y que él se pondría muy contento..... pero no fue así.
Hombre: ¿Cuál era la sorpresa?
Carla: Pensé que si ponía debajo de la almohada la dentadura postiza de mi abuelo el ratoncito nos traería muchas cosas..... Una noche, mientras él dormía, cogí la dentadura y la puse debajo de la almohada..... Por la mañana había muchos regalos..... pero no estaba la dentadura y el abuelo se enfadó..... me regañó.
Hombre: Pero no lo entiendo..... eso del ratoncito.....
Carla: Sí, ya sé que el ratoncito no existe, pero entonces no lo sabía..... Mi abuelo estuvo mucho tiempo sin sus dientes..... Yo sufría cada vez que lo veía comer así..... aunque él no volvió a hablar del tema..... parecía que lo había olvidado..... Un día abrí un cajón y encontré la dentadura..... me enfadé mucho con el abuelo..... me riñó por una cosa que no había pasado, el ratoncito no se había llevado su dentadura..... ¡Me enfadé mucho! Había sufrido día tras día.....
Hombre: ¿Qué te dijo tu abuelo?
Carla: ¿Que qué me dijo?..... Me preguntó que por qué no le había dicho que sufría..... Me cogió la mano – siempre me cogía la mano cuando teníamos que tratar un tema importante – pero yo la quité y le dije que no quería volver a verlo..... ¡Estaba muy enfadada!
Hombre: ¿Y no dejaste que te explicara sus motivos?
Carla: ¿Motivos? ¿Qué motivos podía tener para hacer una cosa así?
Hombre: No sé..... Es posible que no quisiera romper tu mundo infantil..... la magia de tu mundo: ¡Eras muy pequeña para perder las ilusiones!
Carla: ¿Quieres decir que para él era más importante mi felicidad que su dentadura?
Hombre: Seguramente.....
Carla: ¿Por qué?
Hombre: No estoy demasiado seguro..... pero, quizás, porque el único compromiso que realmente es para toda la vida son los hijos..... te guste o no lo que hacen, tienes que estar..... quiero decir, quieres estar..... te necesiten o no.
Carla: Pero yo no soy hija suya.
Hombre: No sé qué les ha pasado a tus padres pero, por lo que me has explicado, me ha parecido que sólo vives con él, ¿no?
Carla: Sí.
Hombre: Así en algún momento, él te aceptó como hija, aceptó el compromiso.....
Carla: ¿Para toda la vida?..... Supongo que es por eso que, aunque no lo veo, me sigue cuidando: La mesa preparada, el fuego encendido, los cuentos cerca de la cama.....
La niña cogió el clip y se lo puso: “Este clip me lo trajo el ratoncito..... El abuelo siempre quería que me lo pusiera a la hora de comer o de leer, porque con el flequillo en los ojos no se pueden hacer bien estas cosas..... ¡Y porque con él estaba muy guapa!.....”
Se miró al espejo, se colocó bien el clip y dijo:
Carla: Abuelo, es hora de cenar.
Abuelo: Pues va, pon la mesa – y mirando al hombre dijo - ¿Usted se queda a cenar?
Hombre: No, gracias, creo que ahora debo..... quiero marchar..... ya vendré otro día.
Carla: ¿Mañana?
Hombre: ¡Perfecto! Hasta mañana, pues.
Antes de cruzar la puerta escuchó:
Abuelo: Carla, ¡estás muy guapa con ese clip!
Carla: ¡Gracias! Tú también estás muy guapo con tus dientes.
Abuelo: ¡Gracias! ¡Buen provecho!

Cuando llegó a la sala no había nadie, así que aprovechó para dormir un ratito..... ¡Se encontraba bien! Había marchado de la casa porque quería marchar y, al día siguiente, volvería porque quería volver.