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lunes, 26 de mayo de 2014

La novena puerta

(la número 7, la última..... la puerta abierta)

Sentado en el suelo con las piernas cruzadas miraba la puerta número 7.....
Un gato entró en la sala, miró las puertas durante unos segundos..... después cruzó la puerta abierta.
Desaparecida la cola del gato, el hombre recordó las palabras del perro: “.....pero como perro me sentía más atraído por la puerta número 7, porque ya estaba abierta”.
Pensó en el primer día, en la primera vez que vio aquella sala..... Recordaba que había mirado detrás de la puerta número 7: ¿Qué había visto?
Intentaba recordar: ¿Qué había visto detrás de la puerta número 7?..... Se levantó y caminó despacio hacia ella, la tocó con los dedos y – de la misma manera que el primer día – notó la suavidad del esmalte, la temperatura tibia de la madera, el rítmico y acelerado latido de su propio corazón, el empuje del deseo y la precaución del miedo.....
Estaba a punto de cruzar el umbral de la puerta..... pero paró en seco. Pensó: “Si cruzo la puerta intentando recordar qué había visto detrás de ella el primer día, es casi seguro que me volveré a encontrar en el pasado.....”
Volvió a sentarse en el suelo con las piernas cruzadas, miró la puerta y dijo:
“Apelo a mi derecho de enmienda,
es decir, a mi derecho a vivir el presente.
“Apelo a las palabras de la bruja (lo que hay detrás de la puerta es diferente para cada persona),
es decir: Soy yo, bajo mi responsabilidad, quien cruzará la puerta.
“Apelo, nuevamente, a las palabras de la bruja (.....y es diferente en cada momento),
es decir: Quiero encontrar aquello que hay ahora, no aquello que había cuando llegué ni aquello que habrá mañana”.
Al decir estas palabras escuchó una ovación..... No había nadie, pero notó un aroma a jabón muy familiar..... Se levantó, simuló una especie de reverencia y dijo: “Gracias, señor de las pompas”.
Fue hacia la puerta, la miró, cruzó el umbral..... y se sorprendió..... ¡Había llegado a su casa!
Recordó las palabras del perro: “Cuando crucé la puerta me sorprendí: ¡Había llegado al mismo bosque del que había salido!”..... “Entonces me di cuenta: Yo amaba este bosque y, por tanto, mi felicidad debía estar en él.....”
Pensaba en el perro cuando alguien empezó a silbar..... Escuchó atentamente para saber de dónde provenía aquel sonido..... Lo sentía tan claro y cercano que parecía que saliera de él mismo..... ¡Sí!, estaba silbando..... silbaba, pero no quería amansar a nadie.
Aquella música hizo que recordara..... había perdido la esperanza..... el mundo le caía encima..... quería no existir..... había perdido las ilusiones..... tenía miedo..... necesitaba marchar de su casa..... al salir de la casa se encontró en el laberinto.....
.....Se encontró en el laberinto..... En ese momento recordó que al salir de casa no cerró la puerta..... por suerte, no cerró la puerta.
Se preguntó: “¿Qué habría pasado si hubiese decidido no cruzar la puerta abierta?
Se respondió: “Qué más da..... ¡deja de comerte el coco! La has cruzado y ese hecho no lo puedes cambiar..... puedes volver al laberinto, pero eso no cambiará el hecho de que has cruzado la puerta abierta”.

Después se preguntó: “¿Puedo volver?..... Quiero decir, ¿quiero volver?”.....