(la número
7, la última..... la puerta abierta)
Sentado en el suelo con las piernas cruzadas miraba la puerta número 7.....
Un gato
entró en la sala, miró las puertas durante unos segundos..... después cruzó la
puerta abierta.
Desaparecida
la cola del gato, el hombre recordó las palabras del perro: “.....pero como perro me sentía más atraído
por la puerta número 7, porque ya estaba abierta”.
Pensó en
el primer día, en la primera vez que vio aquella sala..... Recordaba que había
mirado detrás de la puerta número 7: ¿Qué
había visto?
Intentaba
recordar: ¿Qué había visto detrás de la
puerta número 7?..... Se levantó y caminó despacio hacia ella, la tocó con
los dedos y – de la misma manera que el primer día – notó la suavidad del
esmalte, la temperatura tibia de la madera, el rítmico y acelerado latido de su
propio corazón, el empuje del deseo y la precaución del miedo.....
Estaba a
punto de cruzar el umbral de la puerta..... pero paró en seco. Pensó: “Si cruzo la puerta intentando recordar qué
había visto detrás de ella el primer día, es casi seguro que me volveré a
encontrar en el pasado.....”
Volvió a
sentarse en el suelo con las piernas cruzadas, miró la puerta y dijo:
“Apelo a mi derecho de enmienda,
es decir, a mi derecho a vivir el presente.
“Apelo a las palabras de la bruja (lo que hay detrás de
la puerta es diferente para cada persona),
es decir: Soy yo, bajo mi responsabilidad, quien cruzará la puerta.
“Apelo, nuevamente, a las palabras de la bruja (.....y es
diferente en cada momento),
es decir: Quiero encontrar aquello que hay ahora, no aquello que había
cuando llegué ni aquello que habrá mañana”.
Al decir estas palabras escuchó una ovación..... No había
nadie, pero notó un aroma a jabón muy familiar..... Se levantó, simuló una
especie de reverencia y dijo: “Gracias,
señor de las pompas”.
Fue hacia la puerta, la miró, cruzó el umbral..... y se
sorprendió..... ¡Había llegado a su casa!
Recordó
las palabras del perro: “Cuando crucé la
puerta me sorprendí: ¡Había llegado al mismo bosque del que había salido!”.....
“Entonces me di cuenta: Yo amaba este bosque y, por tanto, mi felicidad debía
estar en él.....”
Pensaba
en el perro cuando alguien empezó a silbar..... Escuchó atentamente para saber
de dónde provenía aquel sonido..... Lo sentía tan claro y cercano que parecía
que saliera de él mismo..... ¡Sí!, estaba silbando..... silbaba, pero no quería
amansar a nadie.
Aquella
música hizo que recordara..... había perdido la esperanza..... el mundo le caía
encima..... quería no existir..... había perdido las ilusiones..... tenía
miedo..... necesitaba marchar de su casa..... al salir de la casa se encontró
en el laberinto.....
.....Se
encontró en el laberinto..... En ese momento recordó que al salir de casa no
cerró la puerta..... por suerte, no cerró la puerta.
Se
preguntó: “¿Qué habría pasado si hubiese
decidido no cruzar la puerta abierta?
Se
respondió: “Qué más da..... ¡deja de
comerte el coco! La has cruzado y ese hecho no lo puedes cambiar..... puedes
volver al laberinto, pero eso no cambiará el hecho de que has cruzado la puerta
abierta”.
Después
se preguntó: “¿Puedo volver?..... Quiero
decir, ¿quiero volver?”.....
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