La
primera vez fue en el lavabo de una estación de tren. Había huido de casa de
sus abuelos y se escondió en un vagón para descansar….. Quizás se quedó dormido, porque cuando miró por la ventana
estaba en un lugar totalmente diferente… Bajó del tren y buscó los lavabos. Sabía
que en todas las estaciones había lavabo, porque de niño había viajado en tren
en cuatro ocasiones – ida y vuelta a un sitio y ida y vuelta a otro – y su
madre siempre lo obligaba a orinar antes y después de cada viaje.
Orinó y,
al girarse hacia el lavamanos, vio a aquel hombre…
Anduvo
por las calles entre temeroso y fascinado… Se paró ante un escaparate de
pasteles y tartas, tenía hambre….. El hombre de la estación lo miraba desde
dentro de la pastelería, confundiéndose – como un dulce más – entre merengue,
moka, chocolate, fruta confitada, nata, crema…
Se sentó
en un banco pensando en la conversación que había oído antes de huir:
- ¿Qué haremos con el niño?
- ¿El niño?... El hombrecito, querrás decir.
- Bueno, eso ahora es igual… ¿Qué vamos a hacer?
- Yo creo que lo mejor es que se quede a vivir con
vosotros.
- ¿Con nosotros?
- Es vuestro nieto, ¿no?
- Sí, pero ¿cómo vamos a explicar que tenemos un nieto
tan grande del que nunca habíamos hablado?
- ¿Cuál es la versión oficial sobre su madre?
- Que se había…..
- ¡Pedro! ¡Pedro! ¡Que nos hemos dejado la
puerta de la habitación abierta y el niño se ha ido!
Tomás se esconde y, cuando todos corren hacia
la parte trasera de la casa, sale por la puerta principal y atraviesa el jardín
corriendo.
Una chica
se sienta a su lado, habla por el móvil, se arregla el maquillaje y marcha.
Unos minutos después, el muchacho se da cuenta de que la chica ha dejado una
cajita sobre el banco… la coge, la abre… y se queda helado al ver lo que hay
dentro… ¡un retrato!... ¡un retrato de aquel hombre!
Un guarda
le pide que salga del parque porque es hora de cerrar. Mientras se dirige a la
salida, se da cuenta que la presencia de aquel hombre le crea inquietud y
seguridad al mismo tiempo, temor y confianza… Se le antoja desconocido y
familiar… No quiere verlo pero lo busca… Cuando está lo ignora, cuando no está
lo añora…
Oscura
noche sin luna. Frío. Tomás camina sin destino. Una mujer se le acerca:
Mujer: ¿Quieres
que te haga feliz?
Tomás: ¿No
tienes frío?
Mujer: Sí,
cielo, pero tú me lo quitarás, ¿verdad?
Tomás: Claro,
¿quieres mi chaqueta?
Mujer: Vaya,
que generoso…
Tomás: ¿Qué es
una chaqueta comparada con la felicidad que tú me has ofrecido?
Mujer: Ven,
entremos en el club.
Ya en la
habitación, la mujer lo desnuda.
Mujer: ¿No
tienes cartera?
Tomás
repasa mentalmente las enseñanzas de su madre sobre las partes del cuerpo: Brazos,
manos, dedos, cabeza, piernas, orejas…..
Tomás: No,
creo que no tengo cartera… Cartílagos sí, pero cartera creo que no…
Mujer: Vaya,
que graciosito. ¿Dónde guardas el dinero….. en esta cajita de maquillaje?.....
No, aquí no hay nada….. ¿¡Qué no pensabas pagarme o qué!?
Cuando la
mujer sale de la habitación, el muchacho se estira en la cama….. entonces ve al
hombre….. pegado al techo….. desnudo….. mirándolo…..
Tomás lo
mira durante unos segundos, después le pregunta: “¿Quién eres?” Mientras él pregunta, el hombre mueve los labios y,
en silencio, le hace la misma pregunta…..
Nota del autor (es
decir, mía)
Hasta ese día, nunca
había visto mi imagen, ni espejos ni fotos formaban parte de mi vida… ¿Por qué?...
No estoy demasiado seguro, entre historias y excusas solo he podido sacar en
claro lo siguiente:
Generación tras
generación – tanto por parte de abuelo como por parte de abuela – todos los
miembros de mi familia han tenido el cabello y los ojos negros. ¡Orgullo de
clan 100%! Mi madre también, pero cometió el error de teñirse de rubio y
ponerse lentillas para cambiar el color de sus ojos.
“La niña ha cogido la
misma enfermedad que la hija menor de mis tatarabuelos: ¡Se ha vuelto tonta!
Tenemos que apartarla de la sociedad inmediatamente”….. Sentencia y pena sin
juicio.
En ese momento mi madre
estaba embarazada… pero ni ella misma lo sabía.
Nací y me crié en las
habitaciones traseras del chalet de los abuelos. Aislado, sin visitas… Solos mi
madre y yo… Comida, libros, lápices, discos y otros objetos, aparecían como por
arte de magia detrás de aquella fantástica puerta por la que, finalmente, pude
escapar.
Tomás