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miércoles, 14 de enero de 2015

Perseguido

La primera vez fue en el lavabo de una estación de tren. Había huido de casa de sus abuelos y se escondió en un vagón para descansar….. Quizás se quedó  dormido, porque cuando miró por la ventana estaba en un lugar totalmente diferente… Bajó del tren y buscó los lavabos. Sabía que en todas las estaciones había lavabo, porque de niño había viajado en tren en cuatro ocasiones – ida y vuelta a un sitio y ida y vuelta a otro – y su madre siempre lo obligaba a orinar antes y después de cada viaje.
Orinó y, al girarse hacia el lavamanos, vio a aquel hombre…
Anduvo por las calles entre temeroso y fascinado… Se paró ante un escaparate de pasteles y tartas, tenía hambre….. El hombre de la estación lo miraba desde dentro de la pastelería, confundiéndose – como un dulce más – entre merengue, moka, chocolate, fruta confitada, nata, crema…
Se sentó en un banco pensando en la conversación que había oído antes de huir:
- ¿Qué haremos con el niño?
- ¿El niño?... El hombrecito, querrás decir.
- Bueno, eso ahora es igual… ¿Qué vamos a hacer?
- Yo creo que lo mejor es que se quede a vivir con vosotros.
- ¿Con nosotros?
- Es vuestro nieto, ¿no?
- Sí, pero ¿cómo vamos a explicar que tenemos un nieto tan grande del que nunca habíamos hablado?
- ¿Cuál es la versión oficial sobre su madre?
- Que se había…..
- ¡Pedro! ¡Pedro! ¡Que nos hemos dejado la puerta de la habitación abierta y el niño se ha ido!
Tomás se esconde y, cuando todos corren hacia la parte trasera de la casa, sale por la puerta principal y atraviesa el jardín corriendo.
Una chica se sienta a su lado, habla por el móvil, se arregla el maquillaje y marcha. Unos minutos después, el muchacho se da cuenta de que la chica ha dejado una cajita sobre el banco… la coge, la abre… y se queda helado al ver lo que hay dentro… ¡un retrato!... ¡un retrato de aquel hombre!
Un guarda le pide que salga del parque porque es hora de cerrar. Mientras se dirige a la salida, se da cuenta que la presencia de aquel hombre le crea inquietud y seguridad al mismo tiempo, temor y confianza… Se le antoja desconocido y familiar… No quiere verlo pero lo busca… Cuando está lo ignora, cuando no está lo añora…
Oscura noche sin luna. Frío. Tomás camina sin destino. Una mujer se le acerca:
Mujer: ¿Quieres que te haga feliz?
Tomás: ¿No tienes frío?
Mujer: Sí, cielo, pero tú me lo quitarás, ¿verdad?
Tomás: Claro, ¿quieres mi chaqueta?
Mujer: Vaya, que generoso…
Tomás: ¿Qué es una chaqueta comparada con la felicidad que tú me has ofrecido?
Mujer: Ven, entremos en el club.
Ya en la habitación, la mujer lo desnuda.
Mujer: ¿No tienes cartera?
Tomás repasa mentalmente las enseñanzas de su madre sobre las partes del cuerpo: Brazos, manos, dedos, cabeza, piernas, orejas…..
Tomás: No, creo que no tengo cartera… Cartílagos sí, pero cartera creo que no…
Mujer: Vaya, que graciosito. ¿Dónde guardas el dinero….. en esta cajita de maquillaje?..... No, aquí no hay nada….. ¿¡Qué no pensabas pagarme o qué!?
Cuando la mujer sale de la habitación, el muchacho se estira en la cama….. entonces ve al hombre….. pegado al techo….. desnudo….. mirándolo…..
Tomás lo mira durante unos segundos, después le pregunta: “¿Quién eres?” Mientras él pregunta, el hombre mueve los labios y, en silencio, le hace la misma pregunta…..
Nota del autor (es decir, mía)
Hasta ese día, nunca había visto mi imagen, ni espejos ni fotos formaban parte de mi vida… ¿Por qué?... No estoy demasiado seguro, entre historias y excusas solo he podido sacar en claro lo siguiente:
Generación tras generación – tanto por parte de abuelo como por parte de abuela – todos los miembros de mi familia han tenido el cabello y los ojos negros. ¡Orgullo de clan 100%! Mi madre también, pero cometió el error de teñirse de rubio y ponerse lentillas para cambiar el color de sus ojos.
“La niña ha cogido la misma enfermedad que la hija menor de mis tatarabuelos: ¡Se ha vuelto tonta! Tenemos que apartarla de la sociedad inmediatamente”….. Sentencia y pena sin juicio.
En ese momento mi madre estaba embarazada… pero ni ella misma lo sabía.
Nací y me crié en las habitaciones traseras del chalet de los abuelos. Aislado, sin visitas… Solos mi madre y yo… Comida, libros, lápices, discos y otros objetos, aparecían como por arte de magia detrás de aquella fantástica puerta por la que, finalmente, pude escapar.

Tomás

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