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viernes, 12 de noviembre de 2010

La fuente de los deseos (C)

Hace años, cuando yo todavía era pequeña, mis padres nos llevaron de vacaciones a un pequeño y tranquilo pueblo: diecisiete habitantes, cuatro perros, un gato, nueve casas y una fuente.....
En los recuerdos de aquel verano, como en todos los recuerdos de la infancia, la realidad y la fantasía se unen para crear una versión mágica de aquello que pasó.
Ahora, sentada en la terraza de este bar, miro – con añoranza – la gran ciudad en la que se ha convertido mi pequeño pueblo (y digo “mi” porque durante aquel verano los diecisiete habitantes, los cuatro perros y el gato, fueron los amigos más entrañables que cualquier niño o niña pueda soñar).
Ahora, sentada en la terraza de este bar, recuerdo la moneda agujereada, la de dos reales, que lancé a la fuente..... ¿Se hizo realidad mi deseo?..... ¿Se hicieron realidad los deseos de mis padres y de mis hermanos?..... ¿Qué se ha hecho de todas aquellas monedas agujereadas que lanzamos?
Sí, la fuente de aquel pueblo era una verdadera fuente de los deseos, una de aquellas fuentes en las que la gente lanza una moneda mientras piensa un deseo..... Pero la peculiaridad de aquella fuente era que absolutamente todos los deseos que se pedían se hacían realidad (independientemente del valor o la nacionalidad de la moneda).
Debido a este hecho extraordinario, la fama de la fuente se fue extendiendo y los vecinos de otros lugares – en un principio cercanos y después más lejanos – empezaron a visitar la fuente una vez al año.
En poco tiempo las visitas empezaron a repetirse cada seis meses; después cuatro veces al año (verano, Navidad, Semana Santa y el puente de la Constitución); poco tiempo después ya eran visitas mensuales; un año más tarde ya eran semanales..... hasta que finalmente mucha gente decidió quedarse a vivir allí..... I el pequeño pueblo empezó a crecer, y crecer, y crecer..... hasta convertirse en una ciudad muy y muy grande, en el centro de la cual está la fuente de los deseos.
Todo iba bien al principio. Los ciudadanos de aquel lugar tenían todo lo que querían (un euro equivalía a cien deseos).
Después empezaron las colas y, con ellas, las peleas entre vecinos..... y es que las altas temperaturas de agosto habrían acabo, incluso, con la paciencia de Jesús Quintero.
Claro, que las peleas no eran únicamente por las colas..... El caso es que, con el tiempo, se dio el caso que el mismo deseo era pedido por más de una persona..... ¡Y hay cosas que son de muy mal repartir!
Todo iba de mal en peor hasta que llegó un listillo – un alto cargo de un ayuntamiento – que consiguió que recalificasen unos terrenos y montó un par de hoteles al lado de un estanque, al que llamaba playa, y como deseo pidió que toda la gente de la cola pasara por sus instalaciones... ¡Buen negocio!
Finalmente llegaron unos señores..... Mejor no entro en detalles.....
El caso es que uno de estos señores subió a la fuente y habló de los pecados capitales (¿los pecados capitales están relacionados con la economía?), de los pecados de la carne (y no precisamente alabando a los vegetarianos..... que pueden llegar a ser demasiado naturales)..... No sé exactamente como lo hizo, pero acabó montando una manifestación contra las tendencias antinaturales de la juventud actual y la complicidad del Gobierno que no respeta la Constitución.....
.....Todos los que hacían cola se fueron en autocar hacia la capital, solidarios, seguros de ellos mismos..... y, cuando volvieron, ¡sorpresa!: en el centro de la ciudad había un templo..... un templo con un jardín y, justo en medio, una fuente sagrada que los fieles podían visitar en su peregrinación a Santiago.
.....Y debemos estar agradecidos, porque antes las personas pedían a la fuente deseos materiales que despertaban la envidia de sus vecinos..... y ahora, más espirituales, piden cosas de primera necesidad (o dicho de otra manera: Piden que se les curen las ampollas de los pies). Amén.

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