La abuela pone una foto sobre la mesa: "Tu abuelo, un gran
hombre". El niño moja el pan en la leche, se lo lleva a la boca y
mira a la abuela con resignación.
Paquito se prepara para escuchar otra de
aquellas historias, otra mentira de la abuela..... Pero se equivoca, porque hoy
la abuela no está para historias pero, sobre todo, no está para mentiras.
La abuela coge un trapo, le limpia la boca
al nieto y repite: "Un
gran hombre", después guarda la foto, se levanta con dificultad y
marcha de la cocina arrastrando las zapatillas. El niño la sigue con la
mirada.....
El abuelo - no el que era un gran hombre
sino el otro - pone una foto sobre la mesa: "Tu
abuela, una gran mujer". El niño se mete dos galletas enteras en la
boca, bebe leche y empieza a vomitar.
Antoñito se prepara para escuchar otra de
aquellas historias, otra mentira del abuelo..... Pero se equivoca, hoy el
abuelo no está para historias y, todavía menos, para mentiras.
Paquito y Antoñito van a la misma escuela,
a la misma clase y, por tanto, con la misma maestra..... Con aquella maestra
que en varias ocasiones les ha explicado que en su juventud conoció a la abuela
gran mujer y al abuelo gran hombre, cosa que ni un niño ni el otro se creen, ya
que dudan que aquella señora haya sido joven alguna vez.
Hoy tienen clase de gimnasia con don Ramón.
Aunque tiene más de 40 años, don Ramón
conserva un cuerpo atlético, una sonrisa infantil y una mirada de adolescente
travieso, rasgos que apasionan a la profesora de matemáticas que, siendo mucho
más joven, se siente atraída por él desde el primer día.
A Antoñito y a Paquito les encanta esa
asignatura, les gusta saltar el potro, dar volteretas, hacer flexiones, correr,
iniciarse en los diferentes deportes y preparar espectáculos para final de
curso.
Martina - hermana de Paquito y prima de
Antoñito - tiene 16 años, es experta en artes marciales y en cosas de la
vida..... más lo segundo que lo primero. Como la profesora de matemáticas,
Martina también se siente atraída por don Ramón, por esta razón - por la
atracción - ha ido a recoger a su hermano y a su primo vestida con una
minifalda muy corta, una camisa muy escotada y unos tacones muy altos.
Mientras le explica al maestro que los niños
tienen que marchar, coquetea con él..... y él con ella. Una niña canturrea en
alto: "Don Ramón y la
hermana de Paquito son novios", a lo que el niño responde enfadado: "No, mi hermana no es novia de
don Ramón... Venga, Martina, vamos para casa".
Martina coge a los niños de la mano y
marchan, las miradas de alumnos y profesor los siguen hasta que desaparecen...
En la sala se encuentran: La abuela - no la
que era una gran mujer sino la otra - el abuelo - no el que era un buen hombre
sino el otro - los padres de Paquito, los padres y los tres hermanos de
Antoñito, el cura, el médico forense y el secretario del ayuntamiento.
En la puerta de la sala se apiñan: Un
periodista... bueno, el periodista del periódico local y 24 curiosos
desocupados. Cuando llega Martina con los niños, alguien del grupo de los
curiosos susurra: "Hay
que ver lo mona que va siempre esta niña", a lo que alguien responde: "Demasiado ligerita de ropa,
diría yo", "Pues sí - afirma una tercera voz - el otro día se sentó en el autobús
detrás de mi Manolo y al pobre lo tuvimos que llevar a urgencias para que le
aliviaran la tortícolis".
El cura sube a la tarima y dice: "Hermanos, empecemos el
acto". Todo el mundo guarda silencio, los de dentro de la sala se
sientan, los de fuera se amontonan junto a la puerta para no perderse nada: "Oiga, quite la mano de mi
culo si no quiere recibir una patada en...", "Perdone, señora, no me
había dado cuenta".
Cura:
Como algunos ya sabéis, han llegado al pueblo una pareja de ancianos que
aseguran ser la abuela gran mujer y el abuelo gran hombre.
Paquito y Antoñito se miran sorprendidos.
Cura:
El Ayuntamiento trasladó el caso a la capital y desde allí nos enviaron a un
médico forense para que examinara los cuerpos enterrados con esos nombres. Le
paso, pues, la palabra al Doctor Garrido.
Forense:
Buenos días, seré breve... Examinados los cuerpos, puedo afirmar, sin lugar a
dudas, que pertenecen a una pareja mucho más joven de lo que serían en ese año
el abuelo y la abuela.
El llanto de Benjamín - hermano pequeño de
Antoñito - rompe el silencio provocado por las palabras del forense. Silvia se saca
un pecho y lo acerca a la boca del bebé, el cual deja de llorar de inmediato.
Secretario:
El caso es que el abuelo gran hombre y la abuela gran mujer - que por lo visto
se fugaron juntos aprovechando el accidente de aquellos jóvenes que no eran del
pueblo - reclaman la parte proporcional de sus propiedades, entiéndase: La casa
grande donde actualmente vive la familia Hernández García; el piso de la Plaza
Mayor, actual domicilio de la familia García Pérez; la tienda de alimentación;
el local que usa el Ayuntamiento como sala de actos y los terrenos de detrás de la iglesia.
El secretario bebe un poco de agua antes de
proseguir:
Secretario: Así - teniendo en cuenta que gran parte del pueblo, sino todo, se ve afectado por
esta reclamación - en el último Pleno Municipal se aprobó por unanimidad apoyar
económicamente a las familias Hernández García y García Pérez para que puedan
contar con los mejores abogados especializados en estos casos.
Martina, casi sin darse cuenta, dice: "Vaya abuelos más enrollaos
¿no?" Dos o tres
despistados ríen, el resto guarda silencio.
Silencio...
De pronto alguien del grupo de los curiosos
dice: "Pero tenemos los
certificados de defunción... y no se puede acusar a nadie por la desaparición
de alguien que no existe, ¿verdad?"
Tras estas palabras, el médico forense se
levanta dispuesto a marchar de la reunión, entonces alguien comenta: “Creo que esta noche unos gamberros han
manipulado los frenos de algunos coches”….. El Doctor Garrido rompe el
informe que llevaba en la mano: “¡Ah, no!
La fechoría de los frenos ha sido en el pueblo de al lado”.
El periodista apaga la grabadora... ..
No hay comentarios:
Publicar un comentario