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lunes, 21 de febrero de 2011

El laberinto (12)

Carla: ¿Ya has decidido si vendrás con nosotros?..... Creo que mi padre te gustará.
Hombre: La verdad es que no he pensado.....
Abuelo: Pues tendrá que pensar rápido, ¡porque Carla tiene mucha prisa!
Carla: Es que cuando la bruja me dijo que papá estaba en la puerta número 8, me puse muy contenta..... ¡Me gusta esa puerta!
El hombre miró la puerta número 8. Le pareció que alguien silbaba detrás de aquella puerta..... Carla corrió hacia el silbido: “¡Es papá! Corre abuelo, que le tenemos que dar los garbanzos.
¡Sí!, detrás de la puerta número 8 estaba el silbador..... o el hombre lobo..... Carla corrió a abrazarlo y darle un beso:
Silbador: Te he echado mucho de menos.....
Carla: Yo a ti también..... Hemos traído garbanzos.
Silbador: ¡Umm! ¡Qué bien!..... ¡Hola padre!
Abuelo: ¡Hola hijo!..... Tienes muy buena cara.
Silbador: Sí, me encuentro bien..... Tenía muchas ganas de veros – y mirando al hombre, añadió – ¡Hola!, otra vez.
Hombre: ¡Hola!..... Realmente, ha sido una sorpresa saber que eres el padre de Carla.
Pasaron el día juntos. Al atardecer el silbador marchó. El hombre, el abuelo y Carla se sentaron a mirar la luna..... ¡La luna llena!
Entrada la noche, un lobo se unió al grupo..... Carla lo acarició, el hombre se apartó hacia un lado..... La niña sonrió y dijo:
Carla: No debes tener miedo, los lobos sólo atacan cuando tienen hambre..... ¡y éste ha comido muchos garbanzos!
Hombre: Cuando tienen hambre..... o cuando los molestan.
Carla: No es exactamente cuando los molestan..... es cuando se sienten amenazados..... cuando alguien quiere hacer daño a su familia..... bueno, a su manada: su familia, sus amigos..... Lo que pasa es que papá se equivoca a menudo cuando dice esta frase, ¿verdad, papá?
El lobo puso la cabeza sobre las piernas de la niña y se dejó acariciar.
Por la mañana, cuando el hombre abrió los ojos, se dio cuenta que el silbador había vuelto:
Hombre: ¡Buenos días!..... Veo que todavía silbas.
Silbador: Sí, ya te había dicho que me gustaba silbar.
Hombre: Sí..... pero me ha parecido que la música era diferente.....
Silbador: Porque ahora silbo porque me gusta..... no quiero amansar al hombre.....
Hombre: Me gustó mucho la música de ayer.
Silbador: Sí..... cuando estoy con Carla mi música es diferente, más viva, más yo..... y si, además, aparece con mi padre y un buen amigo, como esta vez, este efecto todavía es más fuerte.
El hombre sonrió..... ¡Un amigo!.....

LA SEPTIMA PUERTA
Volvió a la sala de las puertas..... Unos minutos después llegó el perro. El hombre empezó a acariciarlo y el perro habló:
Ayer, en esta misma sala, me encontré con el leñador.....
Le faltaba una mano pero, al verme, sonrió.....
Le faltaba una mano pero, así y todo, me acarició.....
Me acarició con la mano que no había acariciado nunca..... ¡Y me gustó! Me di cuenta que el leñador había aprendido a acariciar con aquella mano.
El leñador se durmió..... pero su mano no, entonces la mano me dijo que el leñador me echaba de menos..... Le pregunté si echaba de menos a la mano o si echaba de menos al perro..... Pero aquella mano – la mano que había aprendido a acariciar – sólo repitió: “Te echa de menos”.
Y de pronto, al sentir aquella frase por segunda vez, me di cuenta que me era indiferente si echaba de menos al perro o a la mano, porque lo cierto es que yo también lo echo de menos..... Que yo – sea mano o sea perro – quiero volver con él.....

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