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martes, 28 de febrero de 2012

Nada imposible

Se levanta, mira a su alrededor y se vuelve a sentar. En el tocadiscos – reliquia de los años 70 que consiguió comprar con los primeros ahorros de su dura adolescencia – el disco de Silvio Rodríguez gira encallado en la misma frase “nada imposible... nada imposible... nada imposible” (de la canción “Río”).
Se vuelve a levantar, se rasca la pierna, coge las llaves del coche y marcha... Cuando vuelve a casa, la voz de Silvio le vuelve a dicir: “nada imposible”, mete la mano en el bolsillo, saca una moneda de 50 céntimos y la coloca sobre la aguja del tocadiscos: “anoche supe la verdad”.
Coge el móvil, susurra el nombre de una chica y el número se marca sólo:
Ella: ¿Diga?
Él: Anoche estuve con otra mujer.
Ella: Ahora estoy en una reunión... te llamo después.
Se bebe un vaso de agua, se sienta y mira el móvil fijamente durante veinte minutos.
Se levanta, se acerca al teléfono fijo y marca su propio número: “Funciona... ¿Por qué no llama?”
Suena el móvil:
Él: ¿Diga?
Ella: Quiero que hablemos de lo de anoche.
Él: Ahora estoy esperando una llamada... te llamo después.
Espera unos días y, como ella no llama, la vuelve a llamar:
Ella: ¿Diga?
Él: Tenemos que hablar.
Ella: ¿De los cuernos?
Él: No, de nosotros.
Ella: ¿De nosotros tres?
Él: No, de ti y de mi...
Ella: Perdona, acaba de llegar mi tren... te llamo luego.
Unos días después la vuelve a llamar:
Ella: ¿Diga?
Él: Tengo que verte.
Ella: No puedo, mi novio es muy celoso.
Él: ¿Tu novio?
Ella: Sí, se llama Antonio y, además de encantador, es cinturón negro de kárate.
Suena el móvil:
Ella: ¿Cómo estás?
Él: Estoy bien.
Ella: ¿Seguro?
Él: Sí, seguro.
Ella: Es que la otra noche me dejaste muy preocupada...
Él: Tranquila, mamá, al final, cortar con ella, fue más fácil de lo que me esperaba.

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