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lunes, 27 de enero de 2014

La cuarta puerta

Al ver a la mujer sonrió..... después rió, fuerte, muy fuerte, quería que cada célula de su cuerpo se diera cuenta de que estaba riendo.
Al oír la risa, la mujer dejó la escoba y fue a darle un beso..... Lo miró sonriendo y dijo: “Estoy contenta de verte, ¡me gusta que hayas vuelto!”
Se sentaron en el suelo y hablaron:
Hombre: ¿Cómo conseguiste este trabajo?
Mujer: Puse un anuncio en el periódico, un par de días más tarde la bruja vino a verme.
Hombre: ¿Y te dijo que era una bruja?
Mujer: Sí.
Hombre: Y así y todo ¿aceptaste el trabajo?
Mujer: Me era igual qué o quién fuera..... ¡necesitaba el trabajo!
Mientras hablaban las puertas se abrían y se cerraban. Había personas que entraban y personas que salían. Saludaban. Algunos se sentaban en el suelo y miraban las puertas, otros hablaban entre ellos, o comían, o dormían..... Una niña, de unos doce años, cruzó la sala y entró por la puerta número 5, justo en el umbral de la puerta le cayó algo del bolsillo, no se dio cuenta, así que el hombre se levantó y fue hacia la puerta, cogió el objeto del suelo y vio que era un clip del cabello..... La llamó: “¡Ey! Que te ha caído un clip!”. La niña no lo oyó y siguió hacia delante.
La mujer dijo: “Se llama Carla”. Entonces la siguió: “Carla, que te ha caído un clip”. La niña se giró:
Carla: ¡Gracias!
Hombre: De nada. ¿Qué haces en el laberinto?
Carla: ¿Qué haces tú?
Hombre: Yo he preguntado primero.
Carla: Ya lo sé que has preguntado primero..... ¿y?
Hombre: No sé.....
Se miran.
Carla: ¿Qué haces en el laberinto?
Hombre: ¿Qué haces tú?
Carla: Tú has preguntado primero.
Hombre: Sí, primero yo he preguntado primero y, después, tú has preguntado primero.....
Carla: Muy bien, así si alguien quiere contestar que conteste y si no que no conteste nadie..... ¿vale?
Hombre: Vale.
Detrás de la puerta número 5 había una casa: Para el hombre había una casa..... para la niña también:
Carla: ¡Bienvenido a mi casa!
Hombre: ¡Gracias! ¿Tú vives aquí?
Carla: Sí.
Hombre: ¿Dónde está tu familia?
Carla: ¿Quieres decir, mi abuelo?
Hombre: No lo sé..... ¿Vives con tu abuelo?
Carla: Creo que sí.
Hombre: ¿Crees?.....
Carla: Bueno, vivimos en la misma casa..... pero hace tiempo que no lo veo.
Hombre: Pero esta casa no es demasiado grande..... más bien, es muy pequeña.
Carla: Es muy pequeña y muy pobre..... es tan pobre que ni siquiera entran los ratones..... porque no hay nada para comer.
Hombre: ¿Ratones?
Carla: Sí, mi abuelo siempre lo decía..... Pero un día, cuando yo tenía cuatro años, a un vecino que tenía seis se le cayó un diente, lo dejó debajo de la almohada y un ratoncito se lo llevó y, a cambio, le dejó dos chocolatinas y un cepillo de dientes. Entonces supe que existía un ratoncito que no iba a las casas a comer, sino a dejar cosas..... Éramos pobres, hacía dos días que sólo comíamos pan duro..... Yo pensé que le podía dar una sorpresa al abuelo..... y que él se pondría muy contento..... pero no fue así.
Hombre: ¿Cuál era la sorpresa?
Carla: Pensé que si ponía debajo de la almohada la dentadura postiza de mi abuelo el ratoncito nos traería muchas cosas..... Una noche, mientras él dormía, cogí la dentadura y la puse debajo de la almohada..... Por la mañana había muchos regalos..... pero no estaba la dentadura y el abuelo se enfadó..... me regañó.
Hombre: Pero no lo entiendo..... eso del ratoncito.....
Carla: Sí, ya sé que el ratoncito no existe, pero entonces no lo sabía..... Mi abuelo estuvo mucho tiempo sin sus dientes..... Yo sufría cada vez que lo veía comer así..... aunque él no volvió a hablar del tema..... parecía que lo había olvidado..... Un día abrí un cajón y encontré la dentadura..... me enfadé mucho con el abuelo..... me riñó por una cosa que no había pasado, el ratoncito no se había llevado su dentadura..... ¡Me enfadé mucho! Había sufrido día tras día.....
Hombre: ¿Qué te dijo tu abuelo?
Carla: ¿Que qué me dijo?..... Me preguntó que por qué no le había dicho que sufría..... Me cogió la mano – siempre me cogía la mano cuando teníamos que tratar un tema importante – pero yo la quité y le dije que no quería volver a verlo..... ¡Estaba muy enfadada!
Hombre: ¿Y no dejaste que te explicara sus motivos?
Carla: ¿Motivos? ¿Qué motivos podía tener para hacer una cosa así?
Hombre: No sé..... Es posible que no quisiera romper tu mundo infantil..... la magia de tu mundo: ¡Eras muy pequeña para perder las ilusiones!
Carla: ¿Quieres decir que para él era más importante mi felicidad que su dentadura?
Hombre: Seguramente.....
Carla: ¿Por qué?
Hombre: No estoy demasiado seguro..... pero, quizás, porque el único compromiso que realmente es para toda la vida son los hijos..... te guste o no lo que hacen, tienes que estar..... quiero decir, quieres estar..... te necesiten o no.
Carla: Pero yo no soy hija suya.
Hombre: No sé qué les ha pasado a tus padres pero, por lo que me has explicado, me ha parecido que sólo vives con él, ¿no?
Carla: Sí.
Hombre: Así en algún momento, él te aceptó como hija, aceptó el compromiso.....
Carla: ¿Para toda la vida?..... Supongo que es por eso que, aunque no lo veo, me sigue cuidando: La mesa preparada, el fuego encendido, los cuentos cerca de la cama.....
La niña cogió el clip y se lo puso: “Este clip me lo trajo el ratoncito..... El abuelo siempre quería que me lo pusiera a la hora de comer o de leer, porque con el flequillo en los ojos no se pueden hacer bien estas cosas..... ¡Y porque con él estaba muy guapa!.....”
Se miró al espejo, se colocó bien el clip y dijo:
Carla: Abuelo, es hora de cenar.
Abuelo: Pues va, pon la mesa – y mirando al hombre dijo - ¿Usted se queda a cenar?
Hombre: No, gracias, creo que ahora debo..... quiero marchar..... ya vendré otro día.
Carla: ¿Mañana?
Hombre: ¡Perfecto! Hasta mañana, pues.
Antes de cruzar la puerta escuchó:
Abuelo: Carla, ¡estás muy guapa con ese clip!
Carla: ¡Gracias! Tú también estás muy guapo con tus dientes.
Abuelo: ¡Gracias! ¡Buen provecho!

Cuando llegó a la sala no había nadie, así que aprovechó para dormir un ratito..... ¡Se encontraba bien! Había marchado de la casa porque quería marchar y, al día siguiente, volvería porque quería volver.

sábado, 25 de enero de 2014

Entre la tercera y la cuarta puerta


NINGUNA PUERTA

Ninguna puerta.....
Se sintió bloqueado..... No podía ir hacia delante..... Ninguna puerta..... No podía ir hacia atrás.....
Sintió cansancio.....
La mujer pasó por su lado sin decirle nada..... Fue hacia el lugar donde había estado la puerta del restaurante, hizo un movimiento con la mano izquierda (como si abriera una puerta) y desapareció.
Pensó en las palabras que la bruja le había dicho al perro: “El tiempo que pases dentro del laberinto depende de uno mismo”. Recordó la pregunta de la mujer: “¿Y has conseguido salir de las dos puertas?”
Miró hacia el lugar donde había desaparecido la mujer. Involuntariamente repitió: “Depende de uno mismo”..... Entonces gritó: “¡¡Quiero salir de aquí!!”..... y en ese momento se dio cuenta que estaba en una habitación con dos puertas..... Las miró y las reconoció: eran las puertas que habían desaparecido, la del restaurante y la del laberinto.....
.....Sólo dos puertas.....
Estaba claro, la única manera de salir de aquella habitación era tomar una decisión..... Sintió el bloqueo..... Sintió el cansancio.....
Se durmió..... Soñó que se pillaba los dedos con una puerta.....
.....Bloqueo..... Cansancio..... Bloqueo..... 

DOS PUERTAS
.....Seguía bloqueado..... Entre dos puertas.....
Golpeó con todas sus fuerzas la pared que lo rodeaba..... se dio cuenta que no era una pared sino un muro..... se dio cuenta que no eran ladrillos sino sentimientos.....
Intentó razonar, en otras ocasiones los razonamientos lógicos habían sido una buena defensa  (o un buen ataque) contra los efectos arrasadores de los sentimientos.
Intentó razonar..... pero no encontró la lógica por ningún sitio.
Estaba tan agotado que se volvió a dormir.
Soñó con el perro..... Soñó que el perro lanzaba la moneda..... la vio flotar en el aire..... mientras subía daba vueltas sobre ella misma..... Iba subiendo, subía..... subió durante unos minutos y desapareció entre las estrellas.....
Cuando despertó todavía recordaba el sueño..... ¿Qué quería decir?..... Entonces recordó las palabras de la bruja: “Las cosas pueden tener un significado o carecer de él”.....
Intentó olvidarse del sueño, miró las dos puertas y llegó a la misma conclusión que antes: la única manera de salir de aquella habitación era tomar una decisión.....
Miró las dos puertas, la del restaurante y la del laberinto..... Dijo: “No quiero escoger una puerta, ¡quiero cruzar las dos!”

Caminó hacia las puertas, despacio, y al mirarlas de cerca se dio cuenta que no eran dos puertas..... sino una puerta con dos alas: las empujó con fuerza y apareció la sala de las puertas..... Había una mujer haciendo la limpieza.....

martes, 21 de enero de 2014

La tercera puerta

Mientras miraba las puertas se preguntaba si había vuelto al presente o si, por el contrario, nunca se había movido..... Intentó recordar..... Recordó que se había levantado y había caminado hasta la puerta, la había abierto y la había cruzado..... pero no recordaba haber vuelto..... Recordaba como había marchado, pero no como había vuelto.....
Intentaba recordar cuando sintió ruido, giró la cabeza y vio como se abría la puerta número 8: salió una mujer y se dirigió con decisión hacia la puerta 9..... Ni siquiera se dio cuenta que había alguien en la habitación:
Hombre: ¡Ey! ¡Hola!
Mujer: ¡Hola!..... No me había dado cuenta que estabas aquí, ¿eres nuevo?
Hombre: Más o menos..... pero ya he cruzado dos puertas.
Mujer: ¿y has conseguido salir de las dos?..... ¡Qué bien! ¡Felicidades!
Hombre: ¿Qué quieres decir con eso?..... ¿Qué a veces no se puede salir?
Mujer: Hombre, eso va como va..... ¡Depende de tantas cosas!
Hombre: ¿De qué cosas?
Mujer: Pues, no sé..... del deseo de salir, de la fuerza de voluntad, de las ganas de aprender, de lo que buscas, de lo que encuentras..... no sé, depende de uno mismo.....
Hombre: ¿Tú has cruzado muchas puertas?
Mujer: Ahora iba a cruzar la última.
Hombre: ¡Ah! ¡Vaya!..... ¿Te puedo hacer una pregunta?
Mujer: ¡Claro!..... Tienes todo el derecho a preguntar y yo, si no quiero contestar, tengo todo el derecho a no contestar..... eso dependerá de la pregunta que me hagas.
Hombre: ¿Cómo llegaste al laberinto?
Mujer: Me contrataron como mujer de la limpieza.
Hombre: ¿Como mujer de la limpieza?
Mujer: Sí, me contrataron un par de horas al día para limpiar esta sala..... Un día sentí curiosidad y entré por la puerta número 1..... Me gustó y decidí que cada día, después de limpiar la sala, entraría por una.
Hombre: ¿Has cruzado las puertas por orden?
Mujer: Sí.
Hombre: ¿Por qué?
Mujer: Porque tomé esa decisión.
Hombre: Ya, pero ¿por qué?
Mujer: Tenía mis motivos.....
Hombre: Perdona, no te quería incomodar.....
Mujer: Tranquilo, no pasa nada, ya te había dicho que si no quería no te contestaría..... Quizás te contestaré algún día, o quizás no..... En realidad te debería dar las gracias porque, de vez en cuando, me gusta comprobar que puedo decir NO sin que eso suponga un mal rollo con la otra persona.
Hombre: Sí..... a veces es muy complicado eso de las preguntas y las respuestas.....
Mujer: Sí, algunos temas son difíciles de tocar..... No sé, en realidad pienso que hay preguntas que no se tendrían que hacer..... es una cuestión de confianza y respeto hacia la otra persona.
Hombre: ¿Confianza y respeto?
Mujer: Sí, es importante respetar la intimidad de la otra persona, quiero decir, debemos respetar todo aquello que la otra persona piensa que es su intimidad.
Hombre: ¿Y la confianza?
Mujer: A ver..... a lo largo de una relación, muy a menudo nos preguntamos si confiamos en la otra persona, pero pocas veces nos preguntamos si la otra persona confía en nosotros..... Creo que cuando una persona nos quiere explicar algo siempre encuentra el momento y la manera de hacerlo (si hay respeto y confianza)..... pero si no te lo quiere explicar y le preguntas puede, o bien, decirte que no quiere responder – lo cual quiere decir que siente que tú le tienes confianza y respeto, porque sabe que ese NO no afectará negativamente a vuestra relación – o bien, te dirá una mentira, lo cual demuestra que no hay confianza ni respeto, porque una mentira no es otra cosa que una reacción de miedo..... normalmente miedo a la reacción del otro.
Hombre: Las reacciones..... ¡Son tan imprevisibles!
Mujer: Sí que son imprevisibles..... Pero a veces la imprevisión nos puede sorprender de una manera muy agradable, lo que pasa que en esta clase de sorpresa no pensamos muy a menudo..... Ahora, me tendrás que perdonar, pero tengo que marchar, porque hoy quería cruzar la última puerta.
Hombre: Bueno, pues que te vaya bien.
Mujer: ¿Quieres venir conmigo? Cruzaré la puerta 9.
El hombre miró la puerta y aceptó.
Al cruzar la puerta la mujer dijo: “Vaya, que playa más bonita”. El hombre la miró confundido:
Hombre: ¿Playa?..... Pero si es una ciudad, llena de gente y coches.
Mujer: ¿Una ciudad? ¿Es bonita?
Hombre: .....Todavía no lo sé..... pero ¿cómo puede ser?
Mujer: ¿El perro no te explicó lo que le dijo la bruja sobre lo que hay detrás de las puertas?
Hombre: Sí..... “Lo que hay detrás de la puerta es diferente para cada persona”..... Pero pensaba que si íbamos juntos.....
Mujer: El hecho de ir juntos no implica que podamos ver, o disfrutar, las mismas cosas. Podemos ir juntos, pero cada uno es cada uno..... ¡Por suerte!..... La realidad puede ser muy diferente para ti o para mí..... pero, aunque fuese la misma, quiero decir, que fuesen muy parecidas, es posible que tú disfrutases de unas cosas y yo de otras.
Hombre: ¿Por ejemplo?
Mujer: A ver..... si, por ejemplo, los dos estuviésemos en la playa, quizás tú disfrutarías tomando el sol y yo disfrutaría bañándome. Los dos disfrutaríamos del hecho de estar en la playa, pero por motivos diferentes..... Claro que, además de disfrutar de cosas diferentes, lo cierto es que también podríamos disfrutar de la compañía de la otra persona y, eso por si solo, ya puede llegar a ser muy agradable.
Hombre: Gracias por la explicación..... Oye una cosa..... ¿Cómo sabes que conozco al perro?
Mujer: Porque me lo he encontrado en la puerta número 8.
Hombre: ¿Y te ha hablado de mí?
Mujer: Me ha hablado de muchas cosas y de mucha gente.
Hombre: Y como sabes que yo.....
Mujer: No te comas tanto el coco, hombre. ¡Qué importa lo que me ha dicho!..... Ahora me voy a bañar, si quieres nos encontramos después en el restaurante que hay al final de la playa..... bueno, de la calle.
La mujer se quitó los zapatos y cruzó la calle, después se sumergió en unos edificios y empezó a nadar.....
El hombre la miró durante unos segundos..... Sonrió al verle el cabello mojado..... Pensó que era una mujer muy guapa y volvió a sonreír.
Paseaba por la ciudad sin prestar demasiada atención a nada. “¿Era verdad que la mujer veía una playa?..... ¿Estaba nadando realmente?..... Pero el cabello sí que lo tenía mojado..... ¡Era todo tan extraño!
Iba a cruzar hacia la otra acera cuando notó que alguien le cogía por el brazo mientras gritaba: “Ey, ¿qué no ha visto la señal de peligro? ¡Esta zona es para las embarcaciones, está prohibida la entrada a los bañistas!
Miró a su alrededor: Ninguna embarcación, ninguna playa..... Estaba en la entrada de un parking, en la rampa de acceso para coches.
Cansado y desorientado (física, psíquica y emocionalmente) pensó que lo mejor sería ir hacia el restaurante.
Diferentes realidades... Las mismas zonas de peligro, pero cada uno viviéndolas desde su realidad (para él coches, para la mujer y para el hombre que le gritaba, embarcaciones)..... ¿Diferentes realidades en un mismo espacio y tiempo?..... ¿O quizás era una ciudad sumergida? ¿Cuando te tocas dentro del agua ¿puedes notar si estás mojado?
Cuando encontró el restaurante se dio cuenta que justo al lado estaba la puerta del laberinto.
Miró las dos puertas. Recordó las palabras de la bruja: “Lo que hay detrás de cada puerta es diferente para cada persona..... y es diferente en cada momento”.
Recordó las palabras de la mujer: “¿y has conseguido salir de todas las puertas?
Pensó: “¿Qué debo hacer: Volver al laberinto o ir al restaurante y reencontrarme con aquella mujer?
Volvió a recordar las palabras de la bruja y la pregunta de la mujer.
Volvió a pensar: “Si cruzo la puerta del laberinto quizás no volveré a ver a la mujer pero, si voy al restaurante, quizás después no encuentre la puerta del laberinto..... ¿Qué debo hacer?”
Estaba indeciso, se repetía la misma pregunta una y otra vez: “¿Qué debo hacer?..... Se hizo tantas veces la misma pregunta que cuando se dio cuenta habían desaparecido las dos puertas.....

Sí, una vez más, había olvidado aquella pregunta tan simple: ¿Qué me gustaría hacer ahora?

domingo, 19 de enero de 2014

La segunda puerta

http://claudipuchades.blogspot.com/2014/01/la-segona-porta-del-laberint-de-la-mar.html?spref=fb

No podía dejar de pensar en el perro..... Finalmente pensó que lo mejor sería volver para preguntarle por qué le había dicho que marchara. Se dijo: “Si vuelvo a entrar por la puerta que he salido, es decir, por la número 2, lo encontraré enseguida.”
Caminó despacio, abrió la puerta y cruzó el umbral con decisión..... Pero, cuando se le adaptó la vista, se dio cuenta que no estaba en el bosque..... Miró hacia la sala: ¡Había desaparecido!..... sólo podía ir hacia delante.
Recordó las palabras que la bruja le había dicho al perro: “Lo que hay detrás de cada puerta es diferente para cada persona..... y es diferente en cada momento”.
Miró a su alrededor y se estremeció al comprobar que no había nada..... estaba rodeado de nada:
            No había luz..... ni oscuridad.
            No había silencio..... ni murmullos..... ni ruido.
            No había un lugar para sentarse..... ni un lugar para estar de pie.
            No había suciedad..... ni limpieza.
            No hacía frío..... ni calor.
            No había aire..... ni respiración.
            No había delante..... ni detrás.
            No había amor..... ni indiferencia..... ni odio.
            No había vacío..... ni plenitud.
            No había alegría..... ni tristeza.
            No había felicidad..... ni infelicidad.
            No había pasión..... ni compasión.
            No había palabras..... pero podía pensar.....
Se sorprendió al darse cuenta que podía pensar. Caminó..... aunque en realidad no estaba caminando, porque no había camino..... porque ni avanzaba ni se retrasaba.
Iba pensando..... si no había nada quizás es que no estaba en ningún sitio..... pero podía pensar, incluso, podía recordar. Recordó la frase de aquel pensador: “Pienso, luego existo”..... Recordó cuando era estudiante..... “Pienso, luego existo”..... Recordó que alguna vez había pensado que quería no-existir..... pero podía pensar que quería no existir y, por tanto, existía.....
De pronto notó una presencia..... había alguna cosa, en medio de la nada, había algo. Se giró y lo vio..... aquello le resultaba extremadamente familiar, aunque no podía decir qué era..... o quién era.....
Sin saber estar seguro de por qué lo hacía, preguntó: “¿Qué haces aquí?”..... Aquello (aquella cosa o aquella persona) lo miró con una sonrisa irónica..... y el hombre volvió a preguntar:
Hombre: ¿Qué haces aquí?
Aquello: Sigo el camino.
Hombre: ¡No hay ningún camino!
Aquello: Sigo tu camino.
El hombre miró hacia el suelo, es decir, miró hacia sus pies, porque en realidad no había suelo, y vio un camino que acababa justo donde él estaba:
Hombre: Antes no había este camino, ¿de dónde ha salido?
Aquello: Lo haces tú.
Hombre: ¿Yo? ¿Dónde estoy?
Aquello: ¿Dónde crees que estás?..... ¿Dónde querías ir?
Hombre: Quería ir al bosque, a ver al perro..... pero esto no es el bosque.
Aquello: Quizás sí o quizás no..... al fin y al cabo, querías ir al pasado..... y es a donde has llegado.
Hombre: ¿El pasado?..... ¡Pero si no hay nada!
Aquello: ¡Claro! Porque el pasado no existe.
Hombre: ¡No digas chorradas! Claro que existe el pasado..... ¡Yo lo he vivido!
Aquello: ¡Exacto! Tú lo has vivido, no lo vives ahora..... Ha existido, pero no existe.
Hombre: Pero sin el pasado no existiría el presente.
Aquello: Tienes razón..... incluso para un recién nacido el presente existe porque ha habido un pasado.
Hombre: Te refieres a su pasado como célula, ¿no?
Aquello: Bien, es cierto que tiene un pasado como célula pero, además, el pasado de sus padres forma parte de su pasado, porque sin aquel pasado el bebé no existiría. Por otro lado, el pasado celular del neonato forma parte del pasado de sus padres..... Es decir, tu pasado forma parte del pasado de otras personas y, de la misma manera, el pasado de otras personas forma parte de tu pasado.....
Hombre: Por un lado me estás diciendo que el pasado no existe..... y, por otro lado, me estás diciendo que el pasado es algo tan importante que entreteje un enlace entre toda la humanidad.
Aquello: ¡Muy bien! Veo que me sigues. Ahora vayamos un poco más allá: La cosa más..... digamos tangible – por ponerle un nombre – que nos queda del pasado son los recuerdos, pero estos no son mas que las interpretaciones personales que cada uno hace del hecho real (un mismo hecho es explicado de maneras muy diferentes por las personas que lo han vivido, a veces, incluso, las versiones son totalmente opuestas).....
Hombre: Sí, pero sea la que sea, lo cierto es que la versión existe.
Aquello: Existe el recuerdo de la versión, pero el hecho ya no está..... Nadie, diga lo que diga o haga lo que haga, puede cambiar el hecho, o la manera como lo has vivido..... Y no se puede cambiar porque no existe: Ha existido, pero no existe.
Hombre: Pero ¿qué me dices de este camino? Este camino existe, está dentro del pasado pero existe ahora.
Aquello: ¡Mira que listo! Esa observación está muy bien. Veamos, este camino existe ahora, vale, pero recuerda que cuando llegaste no existía.
Hombre: “Cundo llegué”, forma parte del pasado, yo te hablo de ahora, del presente: Este camino existe ahora..... y está dentro de mi pasado.
Aquello: Veo que eres muy rápido, pero escúchame un momento: Cuando llegaste el camino no estaba, entonces te diste cuenta que podías pensar y empezaste a recordar cosas..... es decir, recordaste y , por tanto, creaste un enlace entre el pasado y el presente:
Cogiste un recuerdo del pasado y lo trajiste al presente. Recordaste la frase aquella de “pienso, luego existo”, después recordaste que alguna vez habías pensado que querías no-existir..... Entonces apareció el camino, porque el pasado no se puede cambiar, pero las experiencias vividas y los aprendizajes que se desprenden de ellas – así como las experiencias no-vividas y sus consecuentes no-aprendizajes – pueden enriquecer nuestro presente.
Hombre: Entiendo eso de las experiencias vividas y los aprendizajes pero ¿cómo pueden las experiencias no-vividas y los no-aprendizajes enriquecer nuestro presente?
Aquello: Porque no haberlas experimentado te da la oportunidad de experimentarlas, es decir, te da la oportunidad de realizar nuevas experiencias (sensaciones, emociones, pensamientos, acciones) y, por tanto, de adquirir nuevos aprendizajes..... ¿No es esta la mejor manera de enriquecer el presente?
Hombre: ¿Quieres decir que lo que hemos o no hemos hecho no tiene ninguna importancia?
Aquello: Quiero decir que el pasado no se puede cambiar: Puedes cambiar tu presente; puedes trasladar al presente todos los aprendizajes del pasado, pero no puedes trasladar el pasado..... Puedes realizar en el presente todo aquello que ahora piensas que te habría ido bien hacer en el pasado, pero nada de eso cambiará el pasado, porque no existe.....
Hombre: Creo que no has contestado mi pregunta: ¿Quieres decir que lo que hemos o no hemos hecho no tiene ninguna importancia?
Aquello: Quiero decir que tiene la importancia que tú le des..... Te guste o te arrepientas de tu pasado, no lo puedes cambiar..... Puedes cambiar el presente, puedes intentar evitar que se den circunstancias parecidas a las del pasado, y eso incidirá sobre el presente de otras personas, pero sólo hasta donde esas personas quieran ser incididas..... porque el presente es un tiempo individual que crece, o se desarrolla, dentro de la colectividad.
Hombre: Esa última frase.....
Aquello: Sí, esta última frase todavía la tengo que pulir un poco..... es que me ha salido así..... son las cosas del presente: ¡Siempre es en directo!
A ver, en tu caso concreto, por ejemplo: Tú querías volver a ver al perro para preguntarle por qué te había dicho que marcharas, ¿no? Pues bien, lo que el perro te contestase tendría la importancia que tú le quisieras dar, porque en realidad no fueron las palabras ni las intenciones o motivos del perro lo que afectó a tu presente sino tu decisión de marchar..... independientemente de lo que dijo el perro, tú te fuiste y eso tuvo unas consecuencias. Si te hubieses quedado – sin cambiar ni una sola palabra de las que dijo el perro – tu presente habría sido diferente.
Ahora bien, si hubieses vuelto a ver al perro, le hubieses preguntado y él te hubiese contestado: ¿eso habría cambiado tu pasado?..... ¡No! La respuesta no habría hecho otra cosa que, quizás, cambiar tu estado de ánimo presente, dependiendo de sus razones te pondrías más contento o más triste, pero eso no cambiaría el hecho de que te fuiste.
Hombre: El pasado ha pasado..... haga lo que haga o diga lo diga, no se puede cambiar. Así pues, lo único que puedo hacer es pensar si me gusta mi presente o si quiero hacer algún cambio.....

Al decir estas palabras se dio cuenta que estaba en la sala de las puertas, sentado en el suelo con las piernas cruzadas.

viernes, 17 de enero de 2014

La primera puerta

El laberinto ilustrado

He pensado que lo mejor será volver a colgar las puertas, pero esta vez (sin cortes ni anuncios) al mismo ritmo que Claudi vaya compartiendo la versión original (en catalán) con la fantástica ilustración que ha creado especialmente para cada puerta.

La traducción de la puerta de hoy - la primera - no me ha llegado a satisfacer nunca... La cosa es que el perro utiliza una forma de la lengua catalana - una especie de registro intermedio entre el usted y el tu - que no he sabido encontrar en castellano, y que le da una tonalidad o un ritmo muy particular. Acepto sugerencias de resolución!! 

Y eso es todo por ahora. Os dejo el enlace en el umbral de la puerta:

http://claudipuchades.blogspot.com/2014/01/la-primera-porta-del-laberint-de-la-mar.html?spref=fb


LA PRIMERA PUERTA
Sentado en el suelo, con las piernas cruzadas y los brazos reposando sobre ellas, miraba las puertas intentando tomar una decisión.
El tiempo pasaba fuera del laberinto: quizás minutos, horas, días, meses, años.....
Le pareció que un rayo de sol golpeaba una de las puertas, miró a su alrededor sin encontrar ninguna ventana..... ¿Era una señal? Quizás era la señal que estaba esperando: ¡Aquella debía ser la primera puerta!
Caminó despacio, tocó la puerta con los dedos, sintió la suavidad del esmalte, la temperatura tibia de la madera, el rítmico y acelerado latido de su propio  corazón, el empuje del deseo y la precaución del miedo.....
Sumergido en un mundo de sensaciones, miró la puerta atentamente y descubrió que, con el mismo color pero con pinceladas cruzadas, había un número: el 4.
Mirando todas las puertas se dio cuenta que cada una tenía un número del 1 al 9 (la que estaba abierta era la número 7).
En un principio pensó que lo mejor sería seguir el orden establecido, es decir, comenzar por la número 1..... pero descartó la idea porque aquella puerta no le transmitía ninguna sensación.
Pensó en la posibilidad de que la puerta 7 estuviera abierta porque había alguien dentro..... Eso lo hizo dudar: “Una puerta que ya está abierta y la posibilidad de encontrar a alguien con quien compartir las nuevas vivencias”..... Volvió a dudar..... Pensó: “Eso parece demasiado fácil. Un laberinto fácil no puede ser emocionante, y yo quiero emociones, así que entraré por la puerta número 4”.
.....Y así lo hizo..... y acertó: era la decisión que había tomado y, por tanto, la elección correcta y, si después se daba cuenta que no era aquella la puerta, no tendría más que salir y entrar por otra ¡Podía ser divertido y todo!
Al pasar el umbral de la puerta volvió a sentir – con más fuerza – el empuje del deseo y la precaución del miedo. Miró hacia fuera, hacia la sala de las puertas, y se estremeció al comprobar que ya no estaba, que había desaparecido..... que solo podía ir hacia delante.....
Al mirar a su alrededor se sorprendió: ¡No había una habitación!
Detrás de la puerta número 4 había un bosque. El aire era suave y el aroma de hierbas y tierra húmeda invadía cada rincón. Los árboles tenían grandes ramas.
El cielo era azul. Había paz, pero no silencio, ya que podía oír el murmullo de un riachuelo..... Sintió necesidad de sumergirse en su transparencia.
Empezaba a cambiar el color del cielo cuando le pareció oír una voz en la orilla opuesta: “¡Bienvenido!”. Miró hacia el lugar del que procedía el sonido, pero sólo vio a un perro..... Buscó con la mirada a la persona de la voz.
.....El perro volvió a decir: “¡Bienvenido!”. El hombre lo miró y dijo:
Hombre: ¿Eres un perro que habla?
Perro: Sí que hablo, pero no soy exactamente un perro...
Hombre: ¿Qué quiere decir que no eres exactamente un perro..... eres un lobo o un coyote?
Perro: Si me acaricias, te lo explico.
El hombre cruzó el riachuelo y se sentó a su lado. Cuando empezó a acariciarlo el perro habló:
Hace tiempo, en este bosque vivían un leñador y su perro. El leñador era un hombre fuerte y entregado a su trabajo. Le gustaba vivir aquí: amaba el bosque, los árboles y la leña que vendía a los habitantes de los pueblos vecinos. También quería a su perro.
Cada noche, después de cenar, se sentaba delante del fuego sin decir nada (quizás pensaba, o quizás no), se sentaba delante del fuego y acariciaba a su perro (a veces se dormía mientras lo hacía).
Un día el hombre se durmió... pero su mano no, entonces la mano le dijo al perro que le gustaba mucho acariciarlo, pero que le gustaría saber que se sentía al ser acariciado. El perro le confesó que a él le gustaba mucho como lo acariciaba, pero que muchas veces se había preguntado que se sentiría al acariciar.
Perro  y mano mantenían esta conversación durante una noche mágica de San Juan y, casualmente, en aquel mismo momento, pasaba muy cerca una bruja que escuchó todo lo que decíamos..... y, para sorpresa nuestra, decidió concedernos el deseo: yo me convertí en perro y el perro se convirtió en mano.
Quizás porque el perro nunca había hecho de mano, y la mano nunca había hecho de perro, que al día siguiente, mientras hacía su trabajo, el leñador tuvo un accidente y perdió la mano, es decir, perdió el perro.....
Me gustaba acariciar cuando era una mano y me gustó ser acariciado siendo perro.
El leñador no podía hacer su trabajo con una sola mano (amaba el bosque, amaba los árboles...), así que un día marchó olvidándose del perro, o sea, de la mano (quería al perro, perdió la mano...).
Yo, sin tener ninguna identidad clara, sin saber si era mano o perro, me quedé en el bosque... solo... sin nadie que me acariciara o a quien poder acariciar...
Visité los pueblos vecinos, algunas personas me acariciaban, pero cuando yo intentaba acariciar a alguien (porque en realidad soy una mano y tengo esa necesidad) no conseguía otra cosa que arañarlo y hacerle daño..... Me echaron de todos los pueblos.....
Volví al bosque. Caminé días y noches. Intenté acariciarme a mí mismo y conseguí disfrutar de mis propias rascadas: como mano me sentía bien haciéndolo, como perro me sentía bien recibiéndolo (aunque debo confesar que no era exactamente mi ideal de vida..... pero peor es una pedrada, eso te lo puedo asegurar por experiencia propia).
Terminó el verano, pasó el otoño, el invierno y la primavera..... Volvió el verano y, con él, la noche de San Juan..... la noche más corta del año..... la noche de hogueras y brujas..... una noche de estrellas y sueños.....
La bruja preguntó por el perro. Le expliqué la historia del accidente. Me miró triste, me acarició y dejó que la acariciara..... Mientras la arañaba, tan suavemente como podía, mantuvo una sonrisa amable en su rostro.....  ¡Me sentí querido!
La bruja habló de un laberinto. Me explicó que el laberinto no era otra cosa que la escenificación de la propia vida:
Escoger una puerta quiere decir tomar una decisión.
Para cruzar una puerta es necesario vencer el miedo hacia las experiencias nuevas.
Lo que hay detrás de cada puerta es diferente para cada persona..... y es diferente en cada momento.
La relación con aquello que encuentras depende de tus vivencias.
Los aprendizajes dependen de  tu deseo de aprender.
El tiempo que pases dentro depende de ti mismo.
Las cosas pueden tener un significado o carecer de él.
Las señales las encuentras si las buscas.....
La idea de ir al laberinto no me estimulaba demasiado pero, en realidad, no tenía nada mejor que hacer, así que acepté.
La bruja me acompañó hasta la sala de las puertas que tú ya conoces. Me deseó suerte y, antes de irse, me dio una moneda y dijo: “Recuerda que la felicidad y la infelicidad son dos caras de la misma moneda..... y una moneda siempre se puede volver a lanzar al aire”.
Después de examinar todas las puertas tomé una decisión y crucé una.....
El hombre lo interrumpió:
Hombre: La número 4, ¡claro!
Perro: No, no fue la 4..... Como mano me sentía atraído por aquella puerta, pero como perro me sentía más atraído por la número 7, porque ya estaba abierta, así que entré por la 7.
Hombre: Pero estamos en el mismo sitio, y yo he entrado por la 4.
Perro: Recuerda que lo que hay detrás de cada puerta es diferente para cada persona..... o para cada animal.
El hombre volvió a acariciar al perro y el perro volvió a hablar:
Cuando crucé la puerta me sorprendí: ¡Había llegado al mismo bosque del que había salido!
Medité sobre todas las cosas que me habían pasado durante el año (de la primera a la segunda noche de San Juan)….. Pensé en las palabras de la bruja sobre la felicidad y la infelicidad….. Entonces me di cuenta: Yo amaba este bosque y, por tanto, era muy probable que pudiera encontrar aquí mi felicidad.
Pensé en el leñador, yo era su mano. El leñador había hecho muchas cosas antes de llegar a este bosque….. había amado otros lugares….. había marchado otras veces, pero esta vez no se había ido porque quisiera irse sino que su marcha estaba relacionada con el hecho de haber perdido la mano, y eso lo entristeció….. la tristeza nos hace hacer cosas extrañas…..
Con estos pensamientos, llegué a la conclusión que tenía que volver a tirar la moneda al aire, pero me di cuenta que la había perdido….. I es por eso que todavía estoy en el laberinto.
El hombre se dio cuenta que el perro llevaba un collar del que colgaba una pequeña bolsa:
Hombre: ¿Qué llevas en esta bolsa?
Perro: Creo que la moneda…..
Hombre: ¡Pero si me has dicho que la habías perdido!
Perro: Sé que está en la bolsa….. pero no la puedo ver….. no la puedo coger…
Hombre: Yo te puedo desabrochar el collar, si quieres.
Perro: No, todavía no estoy preparado.
Hombre: Preparado….. ¿Para qué?
Perro: Para encontrar la moneda.
Hombre: ¿No quieres ser feliz?
Perro: Sí….. pero me da miedo.
Hombre: ¿Miedo?
Perro: Sí, el miedo hace que vayamos más despacio y, en muchas ocasiones, nos hace parar del todo. Todavía no sé si quiero ser mano o perro….. Todavía no sé si el leñador se entristeció porque perdió la mano o porque tuvo que dejar de acariciar al perro.
Hombre: Pero le quedaba la otra mano para acariciar al perro.
Perro: Pero con la otra mano no lo había acariciado nunca….. no sabía.
Hombre: Pero si lo que quiere es acariciar al perro, seguro que aprenderá….. siempre acabamos aprendiendo a hacer (mejor o peor) las cosas que nos gustan.
Perro: No sé si tienes razón pero….. ¿me desabrocharás el collar antes de irte?
Hombre: ¡Claro!
El hombre marchó. Mientras marchaba iba pensando si se iba porque tenía que irse o porque el perro le había dado a entender que tenía que marchar (“¿Me desabrocharás el collar antes de irte?”).
Se preguntaba si el perro le había dicho que se fuera porque era importante que siguiera su camino o simplemente porque quería estar solo.
…..Bueno, también era posible que el perro pensara que él quería marchar.
Sí, volvió a hacerse muchas preguntas pero, al menos hasta el momento, no se había hecho aquella pregunta tan simple: ¿He marchado porque yo quería marchar?
Estuvo a punto de dar media vuelta para preguntarle al perro porque le había dicho que se fuera, pero en ese momento vio la puerta del laberinto, se dirigió hacia ella, la abrió y, al mirarla, descubrió que no era ni la número 4 ni la número 7: ¡Era la puerta 2!
Pensó en la posibilidad de que todas las puertas estuvieran comunicadas..... Quizás sólo había un “detrás”.

Se sentó en el suelo, en medio de la sala y volvió a mirar todas las puertas. Pensó: ¿He de cruzar otra puerta? (una vez más olvidó la pregunta más simple: “¿Quiero cruzar otra puerta?”).

El laberinto ilustrado

¡Hola!


Si quieres ver las fantásticas ilustraciones que ha realizado Claudi Puchades para mi relato, "El laberinto de Julio", clica en el enlace que añadiré en esta página durante los días que dure el proceso de publicación... o entra directamente en su blog, ¡claro
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http://claudipuchades.blogspot.com/2014/01/normal-0-21-false-false-false-es-x-none.html?spref=fb

La traducción al castellano que corresponde a esa ilustración la encontraréis en:                            
http://mar-por-mar.blogspot.com/2010/11/el-laberinto.html?spref=fb

¡Que la ilustración creativa os acompañe!

lunes, 18 de noviembre de 2013

Brisas y lágrimas

La brisa entra por la ventana acariciando suavemente las lágrimas de cristal que, tras casi un lustro inmóviles, dejan caer el polvo acumulado y entonan melancólicas notas al chocar unas contra otras.
Al encontrar todo cerrado, la brisa intenta salir por donde había entrado….. pero aquella ventana también está cerrada….. Siente la risa del viento huracanado…..
Desorientada, corre por la casa….. las lágrimas entonan un canto de agradecimiento por el retorno de la vida…..
La brisa se esconde debajo de la cama….. pero las notas la siguen hasta allí.
La lluvia golpea los tejados de uralita produciendo un extraño sonido de tambores lejanos….. Rayos y relámpagos iluminan momentáneamente las calles para sumirlas, posteriormente, en la más profunda oscuridad.
Cuando despierta, recuerda haber soñado que era una brisa….. Cierra los ojos e intenta reproducir aquella sensación…..
Cuando suena el despertador, Helena estira el brazo para apagarlo y, sin darse cuenta – o sin querer darse cuenta – roza con la mano una de las lágrimas de cristal que cuelgan sobre la mesilla de noche, la cual, al chocar contra la de al lado, reproduce una transparente nota que la devuelve al sueño…..
Una vaga pero, a la vez, reconfortante sensación de su vuelo como brisa, la acompaña durante todo el día.
Esa noche decide dormir debajo de la cama…..
Alguien le toca el pie: “Perdone, ¿le importaría echarse hacia un lado? ¿Se ha caído de la cama? ¿Piensa quedarse muchos días? ¿Ronca? ¿Quiere que seamos mejores amigas? ¿Dónde ha comprado ese pijama? ¿Le molesta si pongo la radio? ¿Ha traído algo para comer? ¿Le gustan los espejos? ¿Quiere que le lea un cuento? ¿Le puedo hacer una pregunta?”
Sonríe….. “¿Qué le hace gracia?”….. Vuelve a sonreír y dice: “Me ha hecho gracia que después de tantas preguntas me preguntes si me puedes hacer una pregunta”.
Despierta….. mira debajo de la cama pero no hay nadie: Ni ella ni la Miniella.
Oye la voz de su hijo mayor: “¿Cómo te encuentras?” Abre los ojos, mira al hijo y dice: “¿Bien?” El muchacho sonríe: “Parece que por fin te bajó la fiebre…”

Cuando el hijo marcha de la habitación, una brisa suave la llama desde la ventana: “Psss, psss, ey, ¿puedo entrar?”…..