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domingo, 25 de septiembre de 2011

La niña

La niña – de pie junto a la puerta – lloraba incapaz de contener la rabia que le producía el sentimiento de culpabilidad que madre y abuela – sentadas en las viejas sillas de la cocina – le transmitían con la mirada.
Inés, a sus veinte años, seguía siendo la niña: La niña de mamá, la niña de la abuela, la niña de aquella pequeña familia de cuatro miembros que llevaba tres meses celebrando que pronto serían cinco.
Cuando la niña dijo que la única solución era abortar, la abuela golpeó la mesa con el puño, provocando que las tijeras cayesen abiertas al suelo. El gato – que hasta ese momento se había mantenido ajeno a la conversación – salió corriendo de la cocina y saltó sobre la bisabuela que dormía plácidamente en el sillón colocado en el rellano de la escalera.
La bisabuela despertó sin sobresaltarse, acarició al gato, lo miró y entendió que algo no iba bien.
Las cuatro mujeres – cuatro generaciones que compartían espacio y tiempo – se sentaron alrededor de la mesa y se cogieron las manos. Estuvieron en silencio – mirando el hule decorado con hortalizas y vegetales – durante un buen rato, después se levantaron y volvieron a sus quehaceres: La niña a fregar platos, la madre a enjuagarlos, la abuela a secarlos y la bisabuela a remover el puchero.
Almorzaron sin decir nada.
Entre el postre y el café, la bisabuela habló:
“Tengo 80 años, a los 20 tuve mi primera y única hija... de padre desconocido.
A los 40, tuve mi primera y única nieta... de padre desconocido.
A los 60, tuve mi primera y única biznieta... de padre desconocido.
A los 80, mi biznieta está embarazada... de padre desconocido.
Pronto nacerá mi primera y única tataranieta... ¿Cuál es el problema?”
La bisabuela se levanta, enciende el fuego donde está situada la cafetera y vuelve a sentarse.
La abuela se levanta, pone cuatro tazas y cuatro cucharitas sobre la mesa y vuelve a sentarse.
La madre se levanta, pone el azucarero sobre la mesa y vuelve a sentarse.
La niña se levanta, apaga el fuego, coge la cafetera, sirve los café y vuelve a sentarse.
Toman el café en silencio.
Las cuatro mujeres se levantan y llevan la taza y la cucharita al fregadero. Se vuelven a sentar.
La bisabuela mira a la niña.
Niña: Creo que lo mejor será abortar y volver a intentarlo.
La bisabuela mira a la madre.
Madre: No hay tiempo. Tiene veinte años y siete meses.
La bisabuela mira a la abuela.
Abuela: Lo que crece en el vientre de la niña no es una cría... es un crío.
La bisabuela se levanta y, con gran esfuerzo, se agacha y recoge las tijeras del suelo, las pone sobre la mesa y se vuelve a sentar.
Bisabuela: Yo también nací muchacho. ¿Cuál es el problema?
El gato – que dormía placenteramente bajo la mesa – sale sigilosamente de la cocina...

sábado, 24 de septiembre de 2011

Cenicienta

Media noche. La Cenicienta vuelve a ser ella misma. Cojeando – porque había perdido un zapato – acompañada por ratones y cargando una calabaza, vuelve a casa.
Pero, si todas las cosas que el hada madrina había convertido en hermoso y elegante para esa noche tan especial, volvieron a sus orígenes cuando dieron las doce ¿por qué los zapatos seguían siendo de cristal?
¿Qué habría pasado si el príncipe hubiese sido testigo de toda aquella transformación?
Si fuese una historia actual, el príncipe habría pensado que Cenicienta era una x-men y habría puesto una nota en el estado de su facebook para encontrarla...
Sin embargo, en aquel tiempo, tuvo que resignarse a ir de casa en casa probando el zapato a todas las damiselas en edad casadera... ¿Mujeres desesperadas que buscaban un príncipe para casarse?... Posiblemente, porque todas las que se probaron el zapato sabían de antemano que no era suyo ¿no?
No sé yo si un príncipe se tomaría tantas molestias.....
El caso es que yo siempre me he quedado con las ganas de ver la segunda parte de este clásico porque, así entre nosotros, os diré que me he pasado más de una noche en vela intentando imaginar de qué color serían los hijos de una mujer cenicienta y un príncipe azul..... ¿Gris azulado? ¿Azul sucio? ¿El azul de un príncipe – a diferencia del azul de una princesa – siempre es dominante?
.....¿No tuvieron descendencia? ¿Sólo tuvieron hijas?
Pues eso, que si alguien se anima a rodar la segunda parte de Cenicienta, que me avise.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Hoy será un día generoso

Los días generosos nos brindan la posibilidad de disfrutar de cada segundo de sus 24 horas.
Son días repletos de ilusiones… de sueños que esperan ser soñados y realizados… de deseos que quieren ser deseados y amados…
En días así, el mundo parece resurgir de su letargo con nuevas oportunidades, con nuevos acontecimientos… ¡con nuevas esperanzas!
…Dejar atrás – sin remordimientos ni añoranza – la monotonía de un largo letargo, nos abre nuevas puertas, nuevos motivos de felicidad… ¡nuevas oportunidades de amar!
¡Os deseo un día generoso!
B. Posa’tBé

domingo, 4 de septiembre de 2011

Septiembre 2011

Esta mañana, mientras conducía por la autopista, pensaba si entre el innumerable listado de cursos que se pueden hacer “on line” se incluía también el de conducir, porque realmente hay conductores que van al volante como si nunca hubiesen hecho una práctica..... ¿O es que se ha llevado a cabo un cambio drástico en el código de circulación y yo no me he enterado? ¿El carril de la izquierda es para ir despacio y el de la derecha para adelantar? ¿Los intermitentes – como las luces de los árboles de Navidad – sólo se pueden utilizar en épocas festivas? Cuando alguien intenta adelantarme ¿tengo que acelerar? ¿La distancia de seguridad entre dos coches (que no están aparcados) es de tres centímetros? Si me paso la salida ¿puedo dar marcha atrás?
No sé, quizás es que con la edad me he vuelto un poco quisquillosa.....
En fin, el caso es que ya estamos en septiembre, ni mejor ni peor: ¡diferente! Para unos el descanso de volver a trabajar, para otros el agobio de los horarios.
El Doctor Posa’tBé se compromete a ser más participativo en esta nueva temporada: “Intentaré publicar una sesión cada 15 días”.
Helena – aún un poco tristona porque se ha quedado con las ganas de tener un “rollito de verano” – seguirá con sus minis historias raras.
La autora de 5 Espinas, seguirá con la historia desde el anonimato. Y yo seguiré colgando cosas.
¡Ah! Creo que en esta temporada también habrá algún colaborador esporádico.
¡Nos vemos!
Mar

lunes, 8 de agosto de 2011

7 años...

Manuel se levanta, estira las sábanas y extiende cuidadosamente la colcha que había heredado de su abuela.
Se sitúa delante del espejo – bueno, delante de donde estuvo el espejo antes de romperse – y se peina... Mientras lo hace piensa que es una suerte ser calvo.
Sabía que todavía le quedaban seis años de mala suerte o quizás trece, porque la noche anterior – al intentar esquivar a un gato negro – chocó contra una farola y el retrovisor quedó hecho añicos.
¿Por qué había intentado esquivar al gato si la mala suerte ya la tenía?
Por lo que conozco de Manuel, es bastante posible que no quisiera esquivar al gato sino atacar a la farola, porque ese elemento del mobiliario urbano estaba colocado justos delante de la ventana de su dormitorio y con la luz que desprendía le era imposible dormir durante las calurosas noches de verano.
Hoy Manuel está contento, de un lado porque ha conseguido sobrevivir al primer año de mala suerte y, de otro lado, porque esa noche – sin farola – había podido descansar.
Concha, la novia de Manuel, lo ha estado esperando más de una hora en la cafetería en la que habían quedado para desayunar. Está enfada, en realidad está muy enfadada, porque a la hora que es ya no le dará tiempo de desayunar antes de ir al trabajo.
Cuando finalmente están juntos, Concha no puede reprimir su ira, pero él la calma y le explica que se ha quedado encerrado en el ascensor, que no tenía cobertura y que por más que gritaba y golpeaba la puerta ningún vecino acudía en su ayuda. Lo había pasado mal, muy mal: “La claustrofobia, ya sabes... antes de romper el espejo no la tenía... pero ahora no sé que me pasa...”.
Cuando se dirigía hacia su trabajo, después de desayunar, un chaval de unos veinte años pasó corriendo por su lado y le robó el maletín con el portátil en el que llevaba la presentación en Power Point con la que su empresa debía cerrar un trato con un cliente muy importante... Además, en el maletín llevaba el Pen drive con la copia de seguridad por si el ordenador sufría algún accidente.
El ladrón lo había tirado al suelo y al caer se golpeó contra el bordillo de la acera. El vendedor de un quiosco cercano vio toda la escena y no le dejó marchar antes de que llegara la policía y la ambulancia.
Por suerte para Manuel, el cliente entendió el problema y cambiaron el día de la reunión. El presidente de la empresa, que ya estaba familiarizado con la mala suerte de Manuel, le sugirió que no llevara el pen y el ordenador en el mismo maletín.
Pero el día todavía no había acabado.....
Cuando ya estaba de vuelta en casa, mientras preparaba la cena para un grupo de 17 amigos a los que había invitado para celebrar el haber sobrevivido al primer año de mala suerte, la policía lo llamó para comunicarle que habían detenido a un hombre que encajaba con la descripción del ladrón que le había robado el ordenador, y que debía ir a comisaría a identificarlo.
Manuel llamó a los amigos para desconvocar la cena, pero uno de ellos – porque un buen amigo siempre está cuando se necesita – se ofreció a organizarla en su casa.
Finalmente Manuel disfrutó de una cena fantástica con sus amigos..... Supongo que porque la mala suerte también duerme.
Pero en realidad, Manuel no es supersticioso, no cree en el mal de ojo ni en los gatos negros..... No cree en las tonterías tipo: “Romper un espejo da 7 años de mala suerte”.....
De hecho, en realidad, lo que Manuel sabe es aprovecharse de que los otros sean supersticiosos..... Manuel sabe fingir que le tiene miedo a la mala suerte..... Manuel sabe inventarse historias para no admitir que se ha quedado dormido, que no ha terminado el trabajo o que le da mucha pereza preparar la cena.
De hecho, es posible que algún día Manuel pierda la buena suerte y alguien le rompa la cara.....

viernes, 5 de agosto de 2011

Emilia (H/P)

Miró la hora, frunció el ceño y lanzó el artilugio contra la pared... Observó durante unos segundos los trozos separados del objeto, después se levantó del sofá y abandonó la casa dando un portazo.
Emilia debía tener nueve o diez años cuando vio a su padre lanzar un reloj contra la pared. A la pregunta: “¿Por qué haces eso, papá?”, el hombre respondió: “Porque el tiempo pasa demasiado deprisa... y así tengo la sensación de que lo puedo parar”.
La diferencia entre la acción de uno y otro, es que el padre lanzaba uno de aquellos relojes irrompibles que duraban toda la vida – incluso bañándote con él – mientras que lo que lanzaba Emilia era el teléfono móvil...
Nicolás – el chico que trabajaba en la tienda de telefonía móvil del barrio – conoció a Emilia hace un par de años. Al principio le pareció una persona seca, carente de vida, demasiado estirada para su edad e, incluso, demasiado ausente cuando estaba presente... Él, como hacía con todos los clientes, le sonreía cuando entraba en la tienda. La muchacha miraba los terminales de los diferentes expositores sin ninguna expresión en la cara, unos minutos después señalaba uno: “Quiero éste”, pagaba y marchaba sin prestar atención a las explicaciones del vendedor.
Con el tiempo – sin saber exactamente por qué – Nicolás empezó a sentirse atraído por ella. Cuando no tenía ningún cliente, salía del local para ver si la veía pasar... Incluso había llegado a tener fantasías eróticas con ella.
Por suerte no pasaba más de una semana sin que Emilia entrara en la tienda. Nicolás la miraba mientras ella iba de un expositor a otro, totalmente fría y ausente: “Quiero éste”.
Y, un buen día (bueno, un mal día para Nicolás), Emilia heredó el reloj de su padre y desapareció...
Helena

miércoles, 6 de julio de 2011

¡Buenos días!

Llevaba tres años trabajando para aquella familia. Era una casa grande que había sido restaurada con exquisito gusto un año antes de que ella entrara a trabajar.
María llegaba a las 7.30h, despertaba a los niños, los ayudaba a vestirse, les preparaba el desayuno y los llevaba al colegio. Después volvía a la casa y se dedicaba a las tareas domésticas hasta la hora de ir a recoger a los niños, les preparaba el almuerzo y a las 15.00h los volvía a dejar en la escuela. A esta hora – a las tres de la tarde – acaba su horario laboral.
¡Y llegó la crisis!..... A María le redujeron y le cambiaron el horario laboral: De cinco a seis de la mañana.
Como era muy puntual, cada mañana a las cinco, abría la puerta y sentía la bienvenida de la calefacción.
En aquel pueblo siempre hacía frío..... En todas las casas – exceptuando aquella – todas las noches hacia frío.
A diferencia de su marido, la dueña de la mansión – una rica heredera – se veía obligada a madrugar cada día para asistir a su trabajo, ya que daba  las noticias de las seis en una cadena privada de televisión.
María – aunque en realidad ya no estaba en plantilla – seguía formando parte del personal de mantenimiento (limpieza, restauración, canguros...).
La muchacha esperaba en la calle, escondida detrás de un buzón, hasta que veía marchar a la señora, entonces entraba en la casa, subía hasta el piso más alto y trabajaba para que el despertar del marido de la heredera fuera agradable.....
Sí, la crisis matrimonial obligó a María a trabajar menos horas, más temprano y sin salario.....